Estación Constitución, 20:45, el convoy presto a salir del andén 5 ramal Ezeiza. Estaba en el tercer vagón, algo concurrido, pero razonablemente habitable, a tal punto que pude avanzar hasta los primeros asientos, liberándome de las incomodidades en las puertas de acceso.
Se sienten las primeras ofertas por cierto tentadoras; turno de chocolates y exquisitos panchos. Le siguieron luego las tarjetas prepagas, linternas y cuadernillos para colorear. Todo anda sobre rieles. El pasaje absorto mirando las pantallas de celulares con alguna que otra sonrisa cómplice dedicada a su interlocutor.
Frente mío un robusto pasajero, con atuendo deportivo de dudosa autenticidad, cabello oscuro, corto, con mirada desafiante.
Se cierran las puertas y un primer sacudón nos indica el camino. El personaje en cuestión, se acomodó para el viaje que no parecía ser corto. Un traqueteo arrullador invitaba al sueño reparador luego de una intensa jornada laboral.
En ese instante el morocho comenzó a entonar a viva voz los cánticos de hinchada de fútbol que instaban a alentar al club de su preferencia, que por sus letras refería al Racing Club de Avellaneda.
No solo cantaba, sino que su trino era acompañado con balbuceos que desdibujaban sus letras y se confundían con un supuesto aliento multitudinario que lo seguía. Siempre referido a la condición sexual de su rival de Avellaneda, Independiente y de su consabido descenso de categoría.
Los párpados en el devenido barra brava, se desmoronaban al son de las canciones, y el tono de su voz se apaciguaba hasta casi hacerse inaudible. Fue en ese instante que sobrevino un repentino silencio seguido de inmediato por un ronquido envidiable.
Un mastodonte que podría infundir miedo en cualquier calle del conurbano, que solo quería recordar momentos felices en las tribunas como canción de cuna.
El cambio de candencia del transporte que se detuvo en Gerli, sobresaltó al somnoliento pasajero, que lo hizo incorporar en su asiento, hasta acomodarse nuevamente y comenzar con el ritual onírico previo paso por los cánticos partidarios.
Deseándole dulces sueños, me despedí del hincha de Racing en la estación Lanús, destino final de mi viaje.
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