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A MORIR NO SE APRENDE

No sé que hago aquí, no he muerto. Cómo iba a morir, si apenas hace un momento apuré un sorbo de una deliciosa y fría ‘clarita’.

¿Que se fue la luz? Pero eso de por sí no es nuevo. Años y años son los que hemos vivido o sin luz permanente por falta de interconexión o a oscuras conectados pero evitando el pretexto que requieren esas tarifas tan altas. El punto es ¿qué hago yo aquí?

Fue un caso más de esos que nunca se esclarecen. El fluido eléctrico cesó abruptamente y casi en simultánea trepidó un disparo y ahí estaba él, en el suelo, sin vida.

¿Que yo qué? Nooo. Yo no he sido propiamente un ángel y de pronto tampoco un modelo de virtudes si es que las virtudes existen y si son paradigmas a seguir. Lo que se es que yo no tengo nada que ver con muchas de las cosas que se me endilgan. Respecto de mi mujer ya no la quiero, ¿cómo me van a decir que ella tiene que ver en esto?

Fue en la región occipital. Un policía fue el autor material y la razón, si razón puede haber, fue impedir la distribución del patrimonio entre los “compañeros permanentes” como dice la ley. Ese disparo fue, a la vez, el divorcio decretado por Eva aquel último día de abril del último abril que vivió.

Alegre, burlón, así lo recuerdo, con el espíritu abierto, propio de los paisas del río, del Magdalena medio o del bajo Cauca. Hoy cuando amanecía, se asomó a mi ventana, cumplía un año más muerto. Se asomó para sonreír. No, para carcajearse rememorando cada uno de los sustos que le propinó a diferentes clientes o visitantes suyos en la bodega de maíz, uno de los escenarios en donde se ganaba la vida, a los que tras la maniobra distractora les descargaba un disco de arado contra el piso a pocos centímetros de su descuidada espalda. El gong los hacía brincar, maldecir, vociferar o silenciarse, temblando por la alteración de la inmovilidad eterna en que vivía aquél verde de poca brisa, elevada humedad y de talentos dormidos.

Héctor. Así se llamaba, iba a cumplir cuarenta años...

Si ya sé que la inexperiencia permite y, que los corajudos no miden...

... se encontraba tendido boca arriba en calzoncillos sobre la fría losa del hospital regional en espera de necropsia.

Texto agregado el 18-08-2004, y leído por 133 visitantes. (0 votos)


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