Carta del 2 de Septiembre. Linz, Austria. 19 años desde la huida de Lima.
Esta tarde ha sido especialmente melancólica, los recuerdos se me arrojan con frecuencia y cada vez mas mordaces, siento en las sienes el peso de los años que dibujan en el espejo mi rostro abatido. En general mi estancia en Linz ha tenido esta tónica, tal vez es el clima o simplemente es el cansancio.
El frió en particular ha sido una gran maldición, cada vez que el viento polar se me cuela entre los huesos añoro aquellas tardes de calor húmedo de Guayaquil que tanto odie en aquellos días. Añoro por sobre todo mi piel pegada a la de Susana por el sudor, añoro sus pechos grandes y cálidos, su figura ostentosa de mujer latina. Aquí en Europa sobre todo en Linz las mujeres no tienen ese calor, no tienen ese abrigo natural que emana de las figuras exuberantes de las madres y esposas latinas.
Fue aquí en Linz donde por primera vez he tomado conciencia de esta situación y es que no solo soy un prófugo, sino que también soy un extranjero, un inmigrante, ya no quedan espacios para mi, todo de aquí en adelante sera transitorio, incluso en mi muerte seré un cadáver ajeno. Por supuesto esto no es una realidad que empece a vivir solo aquí en Linz, es la vida que el ser prófugo me ha signado. Es el pensar en Susana lo que me ha revelado tan terrible e ineludible verdad.
Lo que añoro es tener algo que esperar, un propósito...
Extraño a Susana creo que mi propósito se cerro con sus ojos. Esto es lo que mas me atormenta entre las gélidas tardes de Linz, quien no tiene porque vivir tampoco tiene porque morir.
Estoy destinado a ser un fantasma, creo que los deseos que atribulaban mi corazón en aquellos días de Lima por fin se han hecho realidad.