Carta del 22 de Noviembre.
Ya hace veintiún años que me aventure en mi huida. Y lo que jamas me detuve a reparar antes de decidir huir fue que el escape es una carrera sin meta. No hay un fin, los prófugos no tenemos relevo, no como los perseguidores, por que los prófugos corremos solos. Somos individuos y nuestro miedo es individual y nadie podrá correr por nosotros.
El mayor miedo de nosotros los prófugos, no es ser atrapados eso para nosotros ya es menester del devenir, el miedo es que siquiera la captura podrá poner fin al escape, el prófugo es un condenado de ante mano, un condenado sin proceso. El prófugo contrario de lo que los perseguidores piensan no escapa de la justicia o del ajusticiamiento, los prófugos somos atletas malditos, somos perseguidores sin relevo, somos perseguidores del prófugo mas experto. Perseguimos la paz.