Había una vez (y sigue habiendo), allá por donde la bruma oculta la visión lejana y cerca de donde se puede tocar el horizonte con la mano, un reino que lleva, por extraño que parezca, el nombre de Léxico y asentada en el justo medio se hallaba (y se halla) la ciudad capital llamada Palabras, que bulle de habitantes permanentes y pasajeros.
Hace unos años, en este heterogéneo lugar, residían dos amigas que vivían en el área más hermosa y residencial de la urbe, rodeadas de comodidades y felicidad.
Nuestras amigas se llamaban Bueno y Behetría; se habían encontrado y descubierto que tenían cosas en común, como, por ejemplo, que ambas comenzaban con la letra B. Se hicieron amigas y disfrutaban de la relación.
Sin embargo, llegó un día en que al volver a su apartamento, Behetría, encontró un sobre azul con el sello del Ayuntamiento que le estrujó el corazón. Efectivamente, se le informaba que debido a las regulaciones pertinentes y en actividad, su derecho de habitante en las áreas de comodidad y bienestar había caducado y que se le exigía en forma perentoria que trasladara todas sus pertenencias, incluido el acento, a los suburbios.
Behetría trató de informar a Bueno de su predicamento pero se encontró con que ya no tenía acceso a ninguna forma de comunicación ni desarrollo. En instantes, se había convertido en paria y debía llevar sus letras a los vetustos y desagradables sitios aledaños a la ciudad. Sin poder para cambiar su destino Behetría fue languideciendo hasta casi desaparecer, lo que no ocurrió totalmente porque todavía existe una definición de su significado en algunos diccionarios pero que es solo cuestión de tiempo su total desaparición.
Al descubrir la ausencia de Behetría, Bueno recorrió todos los lugares en que sabía que su amiga solía frecuentar pero no pudo hallarla, recurrió entonces al Ayuntamiento para solicitar una búsqueda de palabra desaparecida y allí un funcionario muy formal le informó que debido al poco uso de Behetría en el lenguaje corriente, ésta debía ser deportada a los lugares destinados a esos efectos. Envuelta en el asombro Bueno se impuso de la ley vigente que expulsaba a todas las palabras de poco uso del léxico vigente obligándolas a sufrir exilio y soledad.
Sin autoridad para cambiar esta situación decidió escribir una nota para que todos los usuarios de palabras pudieran leerla, allí les decía:
Queridos usuarios de nuestro idioma, les ruego encarecidamente que aprendáis la mayor cantidad de palabras posible y que las uséis a todas reiteradamente para evitar un dolor muy grande a nuestros vocablos que quedan desamparados sin vuestra ayuda. Muchas gracias.
Desde entonces, esa nota se encuentra en todos los espacios de uso del español buscando adeptos para aliviar un destierro innecesario y doloroso.
Por favor, únete a la cruzada.
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