El salto
-Vamos, todo va a salir bien- le dijo tratando de que recupere el entusiasmo.
-No puedo…no sé… alguien podría vernos… - contestó con repentina indecisión.
- Te aseguro que estamos completamente solos, nadie viene nunca por acá. Además… ¡este es el lugar perfecto!– su tono era convincente.
Tenía razón. El lugar era realmente perfecto. Ya se notaba la primavera en la brisa tibia que mezclaba el olor a pasto fresco y flores nuevas. El verde intenso del valle parecía no tener fin. Un hilo de agua helada bajaba desde el cerro formando una pequeña cascada entre las piedras y su sonido era sedante. El calor del sol invitaba a relajarse. Sabía que era el momento indicado, que ya tenía edad suficiente y en el Instituto le habían dado toda la información necesaria. No había dudado al momento de tomar la decisión. Creía haber encontrado la pareja ideal. Y lo más importante: sentía muchas ganas de hacerlo. Pero aún así le daba algo de miedo dar “el salto”. Finalmente sólo bastó un cruce de miradas tiernas y cómplices y el temor dio paso a la ilusión.
Saltaron tan sincronizadamente como sólo las parejas más armoniosas lo lograban… y al tocarse, sus formas se fusionaron en una nueva forma, dando lugar a un nuevo ser, donde los dos eran uno pero no dejaban de ser, esencialmente, dos. En medio de ese vértigo de sensaciones confusas se percibió claramente individual y dual. Eso en el Instituto no se lo habían explicado. (Quizás temían saltos precoces.) Parecía que todos los sentidos se fundían en una única sensación de infinita plenitud e intimidad. Era una unión sensorial y racional, una comunión maravillosa, de la cual más adelante se desprendería un nuevo ser, una tercera forma. Y este tercer individuo eventualmente daría el salto con otro y así nuevos seres, nuevas formas, poblarían todo el planeta.
El ciclo se cumplía ininterrumpidamente desde hacía más de mil años.
Se preguntó si los seres humanos habrían experimentado algo así. De acuerdo a lo que había aprendido, ellos habitaban el planeta Tierra originalmente y a causa de una profunda crisis social se habían extinguido. Alienados por los avances tecnológicos, habían dejado de comunicarse de manera real, como sus ancestros. Sólo se conectaban desde un mundo virtual, engañoso y distante, y se fueron extinguiendo. Lentamente y sin remedio. Sintió algo de pena pero a la vez pensó que de no ser por ellos, su propia especie, moribunda y errante, no hubiera tenido oportunidad de sobrevivir. La esperanza de perpetuarse en otro mundo se había hecho realidad a costa del ocaso de la Humanidad. Tal había sido siempre la Naturaleza del Universo.
El ciclo se cumplía ininterrumpidamente desde hacía más de mil años y así seguiría ocurriendo… mientras los jóvenes no dejaran de dar “el salto”.
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