En algún lugar recóndito me encontraba acurrucado.
De pronto comenzó…
No podía negarme a aceptar la compulsión de enfrentarme a todo, sin reservas.
Pero no era fácil.
¿Temía?
Pues sí, ¿que otra cosa podía ser ese temblor interior?
Observé la luminosidad exterior y decidí arrostrarla.
Allí estaba, eso que llamaba «yo», envuelto en vapores de pánico, casi sordo por los aullidos del eco de mis pensamientos, enfrentandome a «nada». ¡Locura de ser!
¡Maravilla de pertenecer!
¡Estoy vivo! ¡He nacido!
Texto agregado el 24-09-2013, y leído por 374
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