El parque Juan XXIII es un parque diferente, atraviesa varias cuadras, con una arboleda centenaria y floresta escogida por su diseñador, el arquitecto Alvaro Covacevich de la Universidad de Chile. En esta Universidad funda el ramo de Paisajismo Aplicado y Decoraciones Exteriores en la Escuela de Artes Aplicadas, cuyos alumnos de cuarto año de la carrera en aquel año de 1962 colaboraron con el diseño de los juegos infantiles, diferentes animales de gran tamaño tallados en piedra y un columpio circular, a la fecha muy deteriorados, el parque, de 28.870 metros cuadrados, fue diseñado en 1955 por el arquitecto y su planteamiento buscaba recrear un parque europeo.
Inserto en pleno barrio residencial los vecinos disfrutan de su belleza y sus áreas de recreación, un parque que posee paseos, una glorieta, un olvidado teatro griego, espacio para actividades recreativas y máquinas para hacer deporte al aire libre.
José y Maricel vecinos del parque, ambos en la hermosa etapa del " reposo del guerrero " finalizada la tarea de criar, formar y educar a sus hijos, muy temprano por la mañana, se dirigen al parque en bicicleta y realizan su rutina de ejercicios físicos en las máquinas dispuestas por la Municipalidad, además tienen la oportunidad de compartir la jornada con residentes cercanos. Una perrita de extraña estirpe y pelaje atigrado, aparentemente sin amo ni hogar, era un miembro más de este grupo mañanero, recibía a diario comida que uno de los habituales asistentes al encuentro matinal, le llevaba, era todo lo que podía hacer por la solitaria perrita, en su casa ya tenía dos mastines guardianes, ella, moviendo la cola se servía el convite, pero desde los primeros días que Maricel inició su rutina deportiva junto a su esposo, la seguía de máquina en máquina, de circuito en circuito y se instalaba a su lado mirándola fijamente, muy quieta, sin perderla de vista.
Un día comenzó a acompañarla, muy junto a la bicicleta cuando Maricel regresaba al hogar, ella no tenía ninguna intención de hacerse cargo de un perro nuevamente, hacía muy poco tiempo que su mascota Goliat, un perro labrador que los acompañó durante catorce años había fallecido y tanto para ella como para su familia, la pérdida fue triste, dolorosa.
José y Maricel ingresaban a su casa y la perrita permanecía por muchas horas sentada en la vereda al frente de la reja de ingreso, cuando comenzaba la hora del atardecer, regresaba al parque.
Una mañana a la hora de la cita diaria de los deportistas, se incorporó al grupo una joven mujer a quien le llamó la atención la presencia de la perrita y su fiel y constante permanencia junto a Maricel.
_ ¿ Es tuya la perra ? _
_ No, ni siquiera imagino de quien será, mucho menos por que me sigue _
_ Yo la tuve un tiempo, la encontré aquí, en el parque, pero se arrancó. Tenía un collar en donde estaba escrita la dirección de su dueño y le fui a consultar _
_ El dueño no sabía nada de la perra, me comentó que la había traído desde Australia en avión, controlada por veterinario, entrenada y esterilizada, pero se arrancó tantas veces de la casa que al fin decidió dejarla partir _
Maricel extrañada del relato guardó silencio, pensó: ¡ qué raro, traerla desde tan lejos con el costo que significa el ingreso de un animal al país ! y renunciar a buscarla definitivamente _ Mientras se producía este diálogo, la perrita adoptó una posición altiva, sentada al lado de ella, el cuello estirado, la cabeza bien alta, ladeada, sacando pecho, mantenía los ojos fijos en Maricel, sus orejas rígidas, evidenciaban un especial interés en lo que sucedía, sin siquiera inmutarse por las llamadas de José y del vecino que la alimentaba.
_ ¡ Quédate con ella ! _ sugerió el vecino, _ te ha elegido a ti ! _
_ ¡ No quiero nada con perros, con el Goliat,fue suficiente !
Algo turbada, quizás molesta, montó su bicicleta y se despide, _ José, me voy, necesito ir al supermercado ¡ hasta mañana vecino ! _
Como era de esperarse, la perra tomó su lugar, como sentía que le correspondía, a un costado de la bicicleta en marcha, sin perder la distancia, deteniéndose en cada esquina, hasta llegar a la puerta de la reja de la casa en donde se detuvo, no intentó entrar mientras Maricel ingresaba, solo se quedó sentada en la vereda mirándola, en silencio.
Así la encontró José a su regreso, él sí quería tener otra mascota desde que perdió a su Goliat, la hizo pasar: _ ¡ entra ! _ la perrita así lo hizo, sin más indicaciones ni más gestos, se sentó en el jardín de la casa con la quietud y armonía de quien ha logrado ingresar a su territorio.
_ Te vas a llamar Matilda _ decretó Maricel, luego de consentir la decisión de su esposo a pesar de su inicial y permanente renuencia, al fin y al cabo así se construyen y permanecen en el tiempo los matrimonios unidos hace cuatro décadas, otorgar y recibir, ceder y aceptar.
Sus nuevos amos le acomodaron la casa que había sido construida para Goliat, su recipiente para la comida y su bebedero, le compraron un collar y una nueva manta, la Matilda se instaló sin objeción en su nueva residencia, un hecho que llamó la atención al médico veterinario que la revisó y confirmó su estado sanitario.
_ Ningún perro acepta cobijarse en la casa que ha sido de otro perro _ comentó pensativo, más bien sorprendido, el joven médico, esta perrita, me parece que es una perrita muy especial, calculo que debe de tener alrededor de tres años y no ha sido entrenada, ha vivido en la calle y es muy inteligente, nunca hará nada que pueda molestarlos, encontró su lugar y se cuidará de no perderlo _
El tenía la razón, la Matilda es una perrita muy especial. Eligió a su dueña, con perseverancia, mucha paciencia y entereza, muchas noches a la intemperie, la esperó hasta que ella decidió al fin adoptarla, y aunque las rejas de la casa estén abiertas si no sale con su dueña o José, se queda muy quieta en el jardín, obedece órdenes, no necesitan usar una correa para sacarla a pasear, camina a la izquierda de quien la acompañe, pero su prioridad especial, que emociona y sorprende es el amor por su ama, no importa qué mal rato haya vivido ella, la Matilda siempre está contenta cuando llega, cuando se le acerca, cuando le habla, aunque la familia ha percibido que la Matilda tuvo un pasado de maltrato, se asusta cuando José o Maricel toman la manguera para regar el jardín o cuando José ahuyenta los perros que la merodean con un palo, a veces dormida se agita su respiración, comienzan a temblar sus párpados y pareciera ladrar con su hocico entrecerrado, como si tuviera pesadillas. ¿ Es posible que una perra tenga pesadillas, recuerdos que en el sueño la atormentan, como nos sucede a los humanos ? Es probable que si, los perros son leales y cariñosos con sus dueños lo que evidencia en ellos sentimientos nobles y memoria, entendimiento y recuerdos que reviven en el subconsciente del sueño.
Con el tiempo, el cariño que recibe y la seguridad
del hogar que la acogió, la Matilda superará el maltrato recibido, aprenderá que la manguera es para regar el jardín y que el palo que esgrime José es para defenderla, no para dañarla, entonces podrá disfrutar, cada momento de cada día la alegría que significa su presencia en el hogar que eligió con tanto empeño.
Probablemente no he encontrado las palabras precisas, el vocablo perfecto, la prudencia del sentimiento que pueda entregarles con exactitud el asombro y la alegría que ha provocado a familiares, amigos y vecinos esta hermosa y sorprendente historia de amor.
_ El espíritu es el que busca, pero el corazón es el que encuentra _
|