Había una vez un hombre que soñó, con un tesoro oculto en la profundidad del bosque, al ser hombre de fe, emprendió la búsqueda del tesoro y lo encontró; adquirió lujos y bienestar. Una noche, el hombre soñó con abandonar todos los bienes y buscar la felicidad, hombre de fe, regaló todas sus posesiones y abandonó el hogar; recorrió mares y montañas, descubrió pueblos y culturas, y llegó a ser pleno y feliz. En la noche de estío, el hombre volvió a soñar, con una una voz, y ésta decía: «Vive otra vida, vive eremita». Al día siguiente, el hombre se sentó al pie de una colina, cerró los ojos y su mente viajó. Se sucedieron días y estaciones, su corazón dejó de latir y no volvió a respirar. La piel del hombre se endureció y formó una corteza, los brazos se transformaron en ramas y sus pies en raíces. El árbol creció y en él anidaron ardillas y gorriones, y un bosque se asentó a su alrededor. Una cálida noche de abril, el árbol volvió a soñar.
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