Suena el bandoneón como una herida abierta / que se contrae, se contornea y retuerce / como un gusano de mezcal ardiendo en una paila / danzándole a la muerte el último baile del salón.

Cuando mastiqué se me cayeron los dientes / cuando hice abdominales / fue para pura humillación / cuando grité me dieron de varillazos / a mi turno / no encontré una puta razón. / Solo doy gritos / balbuceo / digo cualquier tontera / o me escondo en el amor.

Dicen que no tengo ya remedio / que soy un loco de remate / un escupitajo / una aberración / o casi nada / o muy poco.

No me anudé los zapatos esta mañana / cuando la razón se me negó / no disfracé este mal aliento / ni puse la tetera en el carbón. / No dije sí, ni dije no / no calcé mis calcetines ni me encomendé a Dios. / Sólo caminé por la avenida / manchado por el brillo de la nada / indefenso y confundido / iban alumbrando mis sentidos / los faroles del dolor.

Se oyen tristes los violines / como llanto de mujer / serpentea el Río De La Plata / como culebra, como lombriz. / Dicen que soy un loco / por coleccionar los cuescos de la fruta / dicen que me perdí para siempre / que no calzo / que no entro. / El piano que crece emula mis penas / penas, penurias de noches ajenas / sol, soledades de días finitos / musita un contrabajo / como un cortocircuito de letrero de neón / y se lamenta / se marchita.

Se embriaga mi esencia en un bar de Santelmo / al pie de una vela encendida / que pende silenciosa / que arde en la penumbra / que me pone una sombra bailarina / que trastabilla / que duda.

Suipacha esquina Lavalle / el frío cala en mis huesos / me arropo de cartones / en medio del orín / los perros con arestín langüetean mi frente herida / de cicatrices y caídas / de resurrecciones e inflexión.