El sonido de la puerta cerrada con violencia retumbó en toda la casa.
Cuando superó el efecto paralizante del portazo;supo que no volvería a verlo.
Con el cigarrillo aún encendido entre los dedos,giró lentamente,quedando enfrentada al enorme ventanal.
Observó como se alejaba por el angosto camino de lajas que lo fue conduciendo al viejo portón .
Con la vista fija en su espalda,deseó desesperadamente que se diera vuelta y le dejara una última mirada.
Fue en vano,no lo hizo.Lo vio irse,acariciar la cabeza del perro Labrador y recorrer los pocos pasos que le faltaban para que la calle se lo llevara.

Cuando el cigarrillo casi consumido quemó sus dedos,tomó nuevamente conciencia de lo sucedido. Volvió a recorrer mentalmente las imágenes que tardarían mucho tiempo en disiparse.
Lo vió en la transformación del gesto alegre y despreocupado en la mueca de sorpresa y dolor.Revivió su propio temblor cuando advirtió la inesperada presencia del que compartiera diez años de su vida.
Hubiera preferido los insultos o la agresión.Que gritara hasta estallarle la garganta .Todo,menos el silencio y esa mirada terrible.
Afuera comenzaba a anochecer.Sintió en su cuerpo sin ropas,el frío que marcaba el inicio de la ceremonia nocturna.
Le costó moverse,abandonar la estática posición frente al ventanal.
La agarrotada mano de la angustia no cedía la presión en su garganta.
Con la espalda endurecida,volvió al dormitorio donde Inés,la joven doméstica,aún dormía desnuda,entre las revueltas sábanas de la cama matrimonial.