uego de mil batallas, el cuerpo lleno de llagas y falto de fuerzas, empezó a dormir... olas de aves circulaban por aquel cuerpo ensangrentado... un jardín de cuerpos inertes y sin vida, adornaba aquel campo de batalla... de pronto el guerrero abrió los ojos y vio que el sol le quemaba... se paró como pudo y buscó sombra al borde un viejo árbol... recordó muchas cosas antes de entrar en el sueño... la sangre y el grito de dolor de tantos y tantos... supo que no volvería hacer lo mismos jamás... tuvo sueños, y en uno de ellos, Dios se le acercaba con la uña de un dedo... lo levantaba hasta dejarle frente a su rostro dorado... ¿quieres dormir, sin despertar?... aún no, respondió el guerrero... nubes y soles y rayos surgieron en aquel sueño... quería despertar pero no podía hasta que luego de un esfuerzo, despertó... se levantó y frente al Sol, soltó todas sus armas... caminó hasta llegar a una pequeña casa llena de verdor y animales... tocó la puerta y esta se abrió... niños y niñas estaban parados al borde de una de las esquinas de la casa... y todos con los ojos asustados... el hombre entró y se sentó en la mesa... pidió alimento y se lo dieron... al poco rato quedó dormido... cuando abrió los ojos, todos los niños le miraban... ¿es usted nuestro señor?... el hombre dijo que sí... y los niños se alegraron mucho... pasaron los años y el hombre ya un anciano miraba a todos los muchachos laborar en aquella casa soñada... cerró los ojos y nunca mas pudo despertar... un ave roja se postró sobre su frente, mientras todos los muchachos laboraban en paz...