Cumpliendo los veinte y muchos me doy cuenta de que ningún tiempo es perdido. Hoy sentada en el sofá frente a la pantalla del ordenador siento como si todo se pusiera en su sitio. No hay lugar, ni situación que a día de hoy me procure esa sin razón paralizante. Vivencias muchas, experiencias que han plagado de barreras mi corazón y mi alma.
Recuerdo quince años atrás y me sitúo en un barrio de Badalona, no daré el nombre porque no tiene ninguna importancia.
Andaba por calles oscuras después de haber estado en clase ciertas horas y de haber cumplido en mi trabajo doblando miles de sábanas. Me pagaban 18.000 pesetas a la semana. No me daban ni para pagar el piso que le realquile a mi primo. El lugar era horrendo pero eso era lo que me permitía mi inestable situación. Tenia una tele de culo de esas pequeñicas de catorce pulgadas y prescindí de comprar una lavadora, bueno sinceramente no podía y estuve dos años lavando mis trapos a mano como las yayas de antaño.
No hablo de hace mucho, por desgracia o por suerte, fue lo que tuve que vivir. Agudice el ingenio eso si es verdad, recuerdo cocinar espaguetis en un horno eléctrico porque no tenia dinero para una bombona de butano.
Me sentía tan sola, la cuestión es que no lo estaba, siempre encontré buena gente de la que rodearme. Me daban comida, me ayudaban con los pagos, pero siempre me topaba con algún cabrón explotador de la inocencia ajena.
Ahora quince años después no tengo mucho más, pero tengo lo justo para no tener “necesititis”. Esa que está tan extendida. Que si quiero un coche nuevo, que si no aparco bien tendré que comprarme una moto, que si necesito esas Adidas nuevas que dicen que van muy bien para la espalda, ha salido el último CD de “Green day” y no puedo tenerlo ¡ya!, quiero probar ese japo de paseo de gracia, has visto el vestido que venden por Groupon, por sólo 10 euros!!!....
Si algo me ha enseñado la vida es que no necesitaba nada hace quince años para poder vivir y que menos aún lo necesito ahora.
El coraje, el amor, la salud y la no cobardía nos hacen personas más humanas. Ni los desprecios sin razón alguna, ni las vivencias en la infancia hacen que uno no sea el último en escoger como quiere sentirse ni quién quiere SER!
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