Sentada en un bar con mi pocillo, de té ( exquisito de Vainillas), entre las manos, observo la gente pasar por el ventanal inmenso que me obsequia tal sitio (Siempre elijo este bar por su vista, me gusta observar en silencio, analizar a las personas e imaginar sus vidas como se me da la gana).
Mi nube de fantasías ajenas se esfuma cuando me tocan el hombre y me nombran con voz firme.
Me doy la vuelta, que sorpresa! Hermosa y grata sorpresa.
-¡ Hola Señorito ! ¿Cómo dice usted que le va?- Le comento sonriendo y con gestos divertidos.
- ¡Bien! Aunque mi bienestar hoy, depende de el final que tenga este encuentro- Continuó- Te he visto cada Viernes sentada aquí, con la mirada perdida y muy divertida observando a cada individuo pasar y me propuse hacer lo mismo que vos haces con ellos- Hoy sos vos la "victima", inventaré una historia maravillosa contigo, divagaré con tu ser, te daré un cuento por recorrer. Sólo tienes que decirme si aceptas o no- Y ahí quedó, observándome, esperando (obviamente) una respuesta de mi parte.
Naturalmente me gusta lo inesperado y esto tenía un gustito de "no sé que" que me atrapaba bruscamente.
-Acepto- Dije firme y sosteniendo mi mirada en sus ojos y jugando con mi taza de té (que ya no existía).
Éste se marchó con la rapidez de un rayo entre las nubes un día tormentoso de Julio. Se marchó dejando mi aceptación en los labios, se perdió entre la muchedumbre sin poder saber en que consistía, al fin, su propuesta misteriosa.
Sin nada por hacer, busco mi billetera en el fondo de mi bolso marrón, un poco deteriorado por el uso. Y me dirijo a la caja.
Al salir por las puertas vidriosas de mi bar predilecto, tropiezo (no sé aún si por motivo de una baldosa floja o por la simple torpeza que suelen tener mis piernas diariamente) y caigo en brazos de un joven que con sus manos, tomó fuertemente de los míos, para no caer ambos rodando sobre la vereda repleta de pobladores.
Con una risa nerviosa, comento para "romper con el hielo", diría mi abuela, aunque hoy era uno de esos días maravillosos de la ansiada primavera: ¡Buena atajada! Te defenderías bien en el arco muchacho X. (Lo sé, fue un comentario absurdo, sonso con una pizca de "me hago la divertida").
Sonriendo por mi comentario expulsado por la situación, me invita un té.
Ya había tomado el mio, pero como negarme, ¿no?. Acepté con cara tímida, aún con marcas rojas en mis mejillas, huellas de la verguenza que tal motivo provocó.
Y ahí estábamos, dos desconocidos entablando una conversación amena, llena de risas acompañadas de carcajadas.
Mientras miraba sus hermosos gestos al hablar y apreciaba su sutileza al expresarse entendí, el Sr. Amor no vino a tocar mi hombro porque si, vino a regalarme este cuento, este hermoso cuento que estaba a punto de comenzar. |