LA ÚLTIMA SILLA.
(Sucedió en Juxtlahuaca.)
Esto que les escribo es la mas grande historia que ha sucedido de Juxtlahuaca, era el, un hombre bajito, de 1.65 mts. Blanco, brazos y manos grandes, todos los días se rasuraba, de pelo negro, nacido en Juxtlahuaca, no recuerdo bien si tenia unos 70 años aproximadamente, nunca le pregunte su edad, uno mañana me pare muy rápido para asear el taller de su talabartería, Carlos date prisa, el presidente José López Portillo vendrá a casa, me dijo, yo no comprendía quien era el, y le dije ¿el presidente? Me dijo si, apúrate, como al medio día cuando rallaba el sol, la seguridad por todas partes en la calle de Niño Perdido, y el sr. Presidente llego a la casa, estuvo unos 15 minutos y salió despidiéndose de él, le mire a los ojos y le dije ¿a que vino? Me contesto a ver mi obra, porque soy creador de arte, así pasaron los días, y mi tiempo de estudiante, hasta que un día en el mismo taller, me dijo Carlos me voy a retirar, fabricare mi ultima silla de montar y me retiro, no le podía creer, porque sabia yo que su pación era la talabartería, así pasaron los días y llego el día en que tuve que dejar la casa de él, para hacer mis estudios en la universidad, solo llegaba a la casa los sábados y domingos y el me recibía con un gusto enorme, diciéndome Castro ¿como estas? y me abrazaba, yo le sonreía, una tarde me dijo, ¿recuerdas lo de la ultima silla, yo le dije claro que si y me dijo, ven, ven ya tengo algo y te lo quiero enseñar a ver que te parece, así caminamos hasta el viejo taller de álamos, y me encontré sobre su mesa los timbres ya dibujados, el verlos me sorprendí de la belleza de los dibujos en la piel, pensé si así se ven bonitos, se verán mas, cuando estén bordados y repujados, y recordé sus palabras, soy creador… le dije tío, en verdad estoy sorprendido, le quedara muy bonita, el solo contesto, hijo es mi ultima obra, salimos del taller y me dijo, ven vamos a comer, María, Judit, ya llego Castro, invítennos a comer, era un hombre de corazón muy grande; a los pocos meces regresé a la casa y ya tenia terminada la obra, era la mas grande y hermosa silla de montar que había hecho en toda su vida, y lógico la pregunta, ¿que va hacer con ella? El me contesto pensativo y cruzado de brazos, esta silla Castro, es para mi… y guardo silencio, la admiramos unos diez minutos los dos, desde diferentes ángulos y de todos se veía hermosa, el fuste reluciente de plata mas blanca de Taxco Gro. La pita de la mejor traída de Mérida Yucatán, la piel o timbre, de la mejor tenería de Oaxaca Oax. El herraje de Amozó Pub. Era su mejor obra de arte jamás hecha en toda su vida, y lo mas grande, el ingenio de plasmar en su obra su nombre, para inmortalizarlo en la obra maestra para siempre, las grecas del contorno de la piel curtida en Oaxaca, y que él siempre dijo que era la mejor para bordarse, en ellas estaban la “O” grande, rodeando la “M” y la “J” de su nombre sobrepuesta en ella, simulando que era el hierro candente con que se marca a las reces de ganado, así en combinación con las guías de flores y rosas, era la creación perfecta, la silla constaba de sus arciones, estribos, cantinas, cincha, cuarta, machete y herrajes con la cabezada, porque me dijo, que así lo marcaban los cánones de don Juan Valencia, el mas grande maestro de la charrería venido de España a México, al terminar mis estudios, tuve que recorrer barios estados del país, pero en unos años regresé a la vieja casa de álamos, y no vi la silla, le pregunte ¿que paso? con la ultima silla y solo me murmuro, me la compraron, solo moví la cabeza, y pensé era su decisión, en el año de 1993 falleció y esta sepultado en el panteón francés, el gran maestro y creador del arte mas grande de la charrería en México, Jesús Mejía Olea, así pasaron los años y aun recuerdo su bondad y voy al panteón, a platicar con el… de la última silla.
Rey Cimba. ©
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