Si tratara de hablar de cosas estáticas pensaría
en todo lo que pende del cielo,
como los amaneceres naranjas en las orillas,
en las luces frías tan lejanas de brillo fiero;
De las nieblas de capa fina que envuelven la retina
y sofocan la luz en un parpadeo.

Hablaría frescamente de la vida,
tal que una fulana se compra invariable con dinero,
del agua mansa que se quedó entretenida
parloteando aquellas tardes con insectos;
De los perpetuos segmentos del viejo árbol
con sus fundamentos sumergidos férreamente en el suelo.

Recordaría de inmediato cada una de las lágrimas
que quedaron obstruidas en una despedida,
las sonrisas escarchadas por el hielo del recuerdo,
el sonido a brisa del aliento del último beso de mi vida;
Cada uno de los sempiternos pasos del camino sagrado de tu cuerpo.

Si pensara en hablar de cosas estáticas
desde mis ojos de perpetuo pasajero de la vida
no cabría veto ni medida en ese transitar;

Aún sabiendo que nunca nadie ni nada fue eterno.