Habitamos el mismo lugar, somos una muy reducida familia, nos queremos lo suficiente como para soportarnos. Nos reímos de las mismas estupideces y eso nos hace gracia a ambos. Nos tocamos dulcemente, uno siente cosquillas y el otro solo disfruta del placer de ser tocado.
A veces mientras nos fumamos un cigarro de la risa, nos miramos y brotan carcajadas.
Me da la mano cuando no puedo mover ficha y yo se la doy a él cuando esta perdido. Lo comprendo y él a mi. No tenemos que hablar siempre porque los silencios no son tensos. No nos echamos nada en cara, estamos orgullosos el uno del otro. No hay reproches, no hay compromiso, no hay ni nombre ni concepto que defina lo nuestro. Unidos hasta en la lejanía desde que nos conocimos, yo creo que jamás nos olvidaremos y esa unión no la romperá ni el despego, ni los sendos caminos, ni el resto. Cuando nuestras vidas ya no sean una y nos encontremos en cualquier otra parte, nos reiremos. Yo le besaré la calva y él me recordará lo guapa que estoy. Nos rozaremos y sentiremos lo de siempre y al despedirnos nos miraremos con anhelo de encontrarnos pronto pero sin ningún miedo de perdernos y lo que tuvimos nos hará pensar al uno y al otro, recordando esos momentos que fueron nuestros y que serán siempre. Y en la nostalgia nos alegraremos de no haber pedido más de lo que tenemos, de no haber pedido lo innecesario para hoy podernos decir "te quiero" y sentirlo de nuevo...