NO ERES NADA SIN MÍ
No eres nada sin mí, te tengo que llevar de la mano. Cuando pequeño no hacías más que meterte en problemas, yo te ayudaba, aconsejaba y guiaba para que no metieses la pata más de lo debido. Tu madre siempre te decía que no existía, pero tu creíste en mí, en mí existencia, en mí poder, en mí determinación para salir de apuros. Me creaste con el don de volar, atravesar paredes, de meterme en tu cabeza. Ahora de mayor, me repudias, me ignoras, te avergüenzas de mí. Mírame como he acabado, en un rincón de tu cabeza esperando tiempos mejores.
Pero, ahora me necesitas, ese niño, si aquél al que envidiabas, si aquél al que le regalaron una bici y tú, hijo de un simple obrero sólo te quedaba mirar como aquel niño de padres pudientes se paseaba delante de tus incrédulos ojos de pobre mocoso. ¿Qué pasó? ¿Recuerdas? Sí claro que sí…fue tal tu rabia, que no hizo falta nada más que lo empujará contra el duro y frío suelo donde se rompió la crisma. Sí ese niño ahora no te deja dormir, sus lamentos te despiertan, te desesperan, es cómo una ametralladora que martillea tus oídos. Recurres a los socorridos somníferos, pero, nada de nada, todas las noches son como un tormento donde deseas morirte. Menos mal que estoy contigo, muy adentro de tu cabeza te doy ánimos, tú no fuiste, fui yo. Te lo repito una y otra vez hasta que por fin el sueño vence y tu maltrecho cuerpo que se abandona en los brazos de Morfeo.
José María Martínez Pedrós.
Todas las obras están registradas.
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