El baño estaba increíblemente limpio, más que nunca, ni una sola mancha, ni un olor desagradable; aunque probablemente fuera porque el restaurante acababa de abrir; a esas horas de la mañana ni siquiera habían llegado todos los empleados.
Naira entro al baño corriendo a toda velocidad, y lo primero que hizo fue bloquear la puerta; luego se apoyó en el lavamanos para recuperar el aliento… y para contemplar a su doble en el espejo.
Ella era pelirroja, con el largo cabello tan enredado que resultaba imposible de peinar; y tenía los ojos de un tono gris claro, podría decirse que plateados. Pero había también una diferencia entre el reflejo y la original, y es que el primero mostraba también unas líneas de colores moviéndose a través de la cara de la chica; aunque a Naira esto no le sorprendió en absoluto, llevaba años viéndolo.
Naira apoyo la mano en el espejo y presiono levemente el cristal la voz resonó con fuerza en su mente y pudo ver como la chica en el espejo retiraba su mano, Naira se vio obligada a sacarla también > le pregunta mentalmente era un argumento infantil y ella lo sabía, pero las pocas veces que su otra parte la había escuchado había sido gracias a argumentos como ese. contesto la chica; Naira a duras penas podía contener la rabia ella, su maldita contraparte en La Otra Realidad, nunca se enojaba, siempre hablaba con calma, y eso a Naira le molestaba más que cualquier otra cosa En un instante de rabia ciega Naira cerro la mano en un puño y golpeo al espejo, pero lo único que consiguió fue callar temporalmente a su reflejo y lastimarse la mano.

Naira se dejó caer sobre la fría baldosa y se acurruco en el suelo. La odiaba. La odiaba. La odiaba. La odiaba. La odiaba. La odiaba. La odiaba. Ella tenía la culpa de TODO.
Sin darse cuenta comenzó a llorar.
El restaurante comenzaba a llenarse, ya era casi la hora de almuerzo, pero la camarera nueva aun no llegaba, el gerente se preguntaba si la habría asustado mucho la noche anterior se dijo
Algo lo golpeo por la espalda. No lo vio venir, atrás de él no había nada, y en su espalda tampoco había ninguna herida, pero dolía.
La doble de Naira se mantenía parada tras el hombre agonizante, nadie le prestaba atención, nadie podía verla.
Ni siquiera ella, siempre tan moral podía negar, que encontraba un cierto placer en vengarse.