A Don Ernesto Furlani Q.E.P.D.


Una forma práctica para entender la superpoblación y sus efectos, es repetir el estúpido experimento que hice a los catorce años.

Entusiasmado con el acuarismo, un día me compré mi primer pecera. Solo tenía veinte litros.
Preparé el suelo de arena con el sistema de filtrado biológico, tal como me habían indicado, incorporé el agua y esperé impaciente las veinticuatro horas de reposo.
Al día siguiente volví al acuario con mis últimos ahorros y allí empezaron mis frustraciones.
El hombre del acuario (un hombre mayor tremendamente estudioso y responsable) me reconoció del día anterior y me preguntó.
- ¿En qué puedo ayudarlo joven?
- Quiero comprar unos pescaditos.
- Peces - me corrigió serio - los pescados se venden en la pescadería y ya están muertos, aquí tengo peces y todos están vivos.
En su momento la aclaración me pareció estúpida y hasta soberbia. Estuve a punto de retirarme ofendido, pero, este señor, tenía el mejor acuario de mi ciudad. Bajé la cabeza (algo que siempre me costó mucho) y volví a la carga.
- Quiero comprar unos pececitos.
- ¿Tropicales o de agua fría?
En realidad no sabía la diferencia, solo que me gustaban unos de colores muy vivos y fosforescentes. Apuntando con el dedo dije:
- De esos.
- Ah, se les dice vulgarmente Neón Tetra, su nombre real es Paracheirodon Innesi, Es un carácido, tropical, amazónico de aguas ácidas... - Me explicó - ¿tiene calefactor con termostato?, ¿El agua está aproximadamente en 6 de PH?, ¿Es agua blanda?.
En este punto, no tenía la menor idea de que me hablaba, yo quería comprar esos "peces", pagarle e ir a casa para disfrutar mi pecera. Juntando paciencia le dije:
- Disculpe, no sé de qué me habla.
El hombre miró a su alrededor, vio que su negocio estaba vacío y sonriendo por primera vez comenzó a explicarme.
- Una pecera es un ecosistema vivo. Allí conviven virus, bacterias, hongos y finalmente "peces" - dijo recalcándome la palabra - El milagro y la belleza de un acuario es reproducir las condiciones de vida de esos bellos animalitos que hemos sacado de su hábitat natural para nuestro entretenimiento.
Yo podría poner en una bolsa los peces que Ud. quiera, cobrárselos y a otra cosa, pero estaría siendo irresponsable....
Y así siguió durante más de media hora intentando explicarme. Claro, yo entendía todo pero no quería irme sin mis "peces". Finalmente llegamos a un entendimiento.
- ¿Albonubes?
- Si, son peces de cardumen, pacíficos, de aguas neutras y subtropicales ¿cuántos quiere?
Los peces que me ofrecía eran curiosamente mucho más baratos que los que me gustaban, yo no entendía que "negocio" estaba haciendo este hombre, recordé el dinero que tenía en mi bolsillo y dije:
- Veinte
El hombre me miró con infinita paciencia y me dijo:
- Ayer le vendí una pecera de veinte litros, los cálculos de sustentabilidad dicen que, por cada centímetro de largo del pez hacen falta al menos dos litros de agua. Si descontamos la arena y el volumen de la pecera no cubierto por agua no debería llevar más de seis. Si pasa esa cantidad, el acuario no podrá procesar los detritus (materia fecal y orina), los peces enfermaran, y experimentaran comportamientos agresivos. No olvide que el acuario es un frágil ecosistema vivo.
Volví a casa insatisfecho y con seis pececitos en una bolsa. Tres días después y aburrido de ver solo seis peces, partí a otro acuario (por algún motivo no podía discutir con ese hombre) a comprar más peces.
A la semana el agua se puso turbia, los peces enfermaron, se atacaban entre ellos y finalmente todos murieron.

Si el lector ha tenido la paciencia suficiente para leer hasta aquí, sepa que, en el transcurso de esta lectura (unos seis minutos), hemos incorporado a la "pecera" que es nuestro planeta, unos mil "pececitos", en realidad agregamos más de cien mil por día, todos los días superamos un nuevo record y lamentablemente esta es la única pecera que tenemos. No es de extrañar el incremento exponencial de enfermedades y violencias inéditas. La culpa no es de los peces, sino de la irresponsabilidad y ausencia de políticas de los gobernantes del acuario. Estamos en manos de un niño de catorce años que no quiere escuchar y en alto riesgo de pasar de "peces" a "pescados".