Salimos el sábado por la mañana con mis padres, a una cita mensual más con el psiquiatra. Yo tenía claro lo que le iba a decir ese día al doctor. Fuimos en el carro de mi padre. Cuando llegamos, hubo algo que hizo que me molestara más de lo que ya estaba, tuvimos que esperar más de media hora para que nos atendiera el especialista. Como siempre él pregunta: ¿Qué ha pasado? Y mis progenitores empiezan a decir todo lo que les molesta de mí: Que no me baño, que me acuesto tarde, que los insulto, que como mucho y que no hago ejercicio entre otras cosas.
Luego hablo a solas con él y le expreso mi furia, le digo una gran grosería, adiciono que aunque lo corte en mil pedacitos nunca va a alcanzar a pagar el mal que le ha hecho a la humanidad y que se aprovecha del sufrimiento de los demás para hacer plata, añado que ya no me puedo controlar. Una llamada en su celular interrumpe mi ofensa, afortunadamente no se demora mucho y puedo continuar con mis palabras. Le digo que si quiere colaborar con la justicia y dice que no, yo quería que me ayudara a atrapar a un asesino en serie que conozco pero él se negó a colaborarme. Espeta que estoy muy hostil, y que no puede hacer nada por mí, pero que puede ayudar a mis padres.
Regresamos al apartamento y por la tarde vamos a una clínica para que supuestamente me pongan una inyección, sin embargo, resulta que la orden del médico había sido que me internaran, discuto con el doctor y con mis padres, y no encuentro ninguna respuesta, les digo a mis procreadores que por su culpa me voy a convertir en un asesino y finalmente me llevan a donde están todos los que dejan internados. Me encuentro con un compañero del colegio y hablamos por un rato, luego él se aburre y me dice que hable con otras personas.
Allí hay aproximadamente 50 personas, mi compañero de la escuela me muestra un lugar en el que están recluidos los que cometieron un crimen y llevan años esperando a que les den salida, eso me deprime tremendamente pues no sabía cuánto tiempo iba a estar allí. En ese sitio, no hay nada para hacer, sólo hay hombres en esa zona, los cuales se acuestan en sus camas todo el día a intentar dormir, mas desafortunadamente es muy difícil conciliar el sueño, pues hay unos pacientes que se pasan todo el día gritando o haciendo escándalo, algunos de ellos son inmovilizados, para eso los amarran de manos y pies a la cama para que no hagan tanto alboroto; aunque yo estaba muy enfurecido no tuve que pasar por la vergüenza de ser inmovilizado. En el espacio de observación estuve 5 días, aguantando comer en el piso, durmiendo en una colchoneta sin almohada, caminando de un lado a otro y hablando de vez en cuando con otros internos. Había un televisor, pero tenía tanta rabia que no me podía concentrar en ningún programa.
Después me pasaron para otra planta, en la cual podemos comer con cubiertos y en el restaurante, allí sólo estuve un día porque mi madre vino a rescatarme y me regresó al apartamento en el que vivimos, a pesar de la indicación del nuevo doctor que me estaba analizando. Ahora que retorné a mi habitación, valoro cada detalle que poseo en la vida cotidiana, mi cama, mi almohada, mi computador, mis instrumentos musicales, el reloj (pues no nos dejaban saber la hora allá), la comida de mi casa, poder ver a mis familiares cada día y otras cosas más. Me ha tocado cambiar algunos de mis hábitos, como acostarme temprano, pero lo que sí no voy a cambiar es mi percepción del universo, quiero que se acabe y aunque no lo logre, por lo menos lo intentaré. También me queda una cuestión rondando en mi cabeza, no sé si están más cuerdos los que circulan por la Tierra en una especie que se fundamenta en un orgasmo o los que por diversas razones no logran asimilar la manera en la que funciona nuestro género y terminan en un manicomio.
|