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VANESA


Saliendo de la cama capturé el sueño al cruzar la puerta de la habitación. Su cruce con el ruido del despertador hizo que mis pestañas fueran abriéndose lentamente.
En la boca el gusto de semen ya no era posible sin algo de rencor. Allí fue, casi no recuerdo como, que las pugnas perdidas volvieron por mi… y me levanté.
Era temprano todavía pero estaba segura de que me convenía llegar bien de mañana.
María es su nombre, y nuevamente me extrañó uno tan sencillo. Ya hacía mucho tiempo (o no tanto, pero lo parecía), que los nombres femeninos sólo eran Tamaras, Rominas, Moiras. Yo mismo era Vanesa. Yo mismo tenía tetas. Yo mismo?
(…¡boluda de mierda, quién te crees que sos…!- y los moretones caían sobre mi…caían… era raro verlos como, después del golpe, la piel se ponía colorada, y de ella surgía, como un a vibración, como una especie de canción, que se iba poniendo, poco a poco, cada vez más negra, más azul, más…)
Pero hoy tenía que llegar temprano, iba a conocer a María, la que organizaba el departamento. Aquí ya no podía. .. Ya dolía demasiado. Porque pocos saben del dolor de gusto a semen extraño en la boca. Del dolor del culo cuando no tenés piel con el otro. De las manchas en la cáscara con forma de mujer y miembro de hombre.

Independencia 947, 7° 51. Cuál es el 51?. Debe ser éste, o es el 57 que se le cayó el palito (… el palito, qué gracioso no?, la diferencia está en el palito…). Abre la puerta una mujer, toda ruleros, patas de gallo, mal aliento. Un grito de hombre, una puteada. Aquí es, supongo.
--Vos sos María, no?—digo con mi vos más femenina.
Sus ojos quietos, mirada ligera, sombras negras en el pómulo, en el hombro. En el brazo…Aquí es?
--No… no…-- me dice.
Miedo, y un grito de hombre. Me voy alejando, suave por el pasillo. Debe ser el que parece 57, seguro que es el 51… (la diferencia, pienso, está en el palito?...).
Golpeo y sale María, toda ruleros, penumbras en los ojos, en el hombro, en el brazo. Otra voz de hombre cruza el departamento llevando una puteada.
--Pasá, vos debes de ser Vanesa, no?--dice ella—Qué te pasó en la cara?, te golpeaste?...
--No—le digo—me hizo reacción la crema que me puse para depilarme.
Qué curioso, pensé cuando ella me produjo esa sensación tan agradable. Me parecía distinta a las dos habitaciones, una ocupada por el marido, la sala de estar con las luces rojas, el sofá gastado, el olor a sudor. Parecía más bien, igual a una cocina con un guiso burbujeante, a una luces brillantes… a una cuna…
--Vos sos mujer?—le pregunté ya en la cocina, ante un té.
--Claro pavota, tengo cara de choto yo?—y se rió. Que ridículo, me gustó su risa… me gustó su escote entre el salto de cama y la mesa. Que ridícula…
El 25% para el marido que dirigía el departamento, el resto y las propinas para mi: “No hay problemas con la policía, hay dos chicas y una traviesa más. Si tenés algún problema con un cliente, gritás. Te hiciste el análisis? Tenemos avisos en dos diarios. Hasta las diez no te vas, estamos? Acá no te vamos a pegar, eh!...”
Miré su piel y me estremecí. Vi sus moretones. “Éstos son sólo míos, eh!, no te asustés. Es que a veces pierde la paciencia, viste?” me dice con una inclinación de cabeza hacia la habitación donde el hombre se estaba desprendiendo de la cama.
Algo indefinido me pasaba con ella, algo confuso entre las piernas. Ella es mujer, pero recién me di cuenta cuando tuvimos que hacerlo ante un asistente que le gusta mirar. Se me paró con ella. Es más, se la metí entera y presencié su espasmo, pero me di cuenta de que no era para el cliente, sino para sí misma. Cuando terminamos me miró y en su ojeada sentí que descubría algo. Algo de mí? Tal vez algo de mí y de ella?
Ese día nos fue bien, ganamos bastante y algo se fue formando entre nosotras.
Formando, formarse, formidable… pensaba mientras esperaba detrás de la cortina. Mientras escuchaba a Charo, la otra traviesa, hablando de su chongo.
--No sabés, la tiene de…-- yo escuchaba los quejidos de María en la otra habitación-- …hacer una fiestita, no querés?..—imaginaba su cuerpo bajo el del tipo, y por primera vez me supuse yo misma entrándole.
Primera vez sólo lo relaciono con desazón, con amor de tío demasiado penetrante (…mi linda nenita!…que linda nenita!...). Pero María es hembra.
Lo volví a saber mientras miraba la mano de su marido caer sobre su cuerpo, otro día. Me quedé fascinado mirando las manchas rojas que poco a poco iban virando hacia el oscuro. Poco a poco se distribuían por su piel. (No me di cuenta de que tal vez, los moretones fueran su marca de fábrica).
No se si fue esto, o la inverosímil emoción en la barriga, o el “…qué mierda estás mirando, maricón de mierda…”. Pero una idea comenzó a formarse en mi cerebro de macho meno. Ese hombre debía desaparecer
(Alejarse, evaporarse, quitarse…) de mi vida, nuestra vida?

Mientras acaricio a este tipo pienso, María siempre dice que su marido tiene presión alta. Que el alcohol le hace mal, que tiene que tomar unas pastillitas que muchas veces se olvida, que no tiene que comer con sal.
De repente me trasformo en amable con él. Le hago la comida, y se la dejo muy rica me dice. Le doy las pastillas para que no se olvide (un cliente farmacéutico me hizo el favor, para un chiste, de hacerme unos comprimidos de azúcar… soy tan alegre…)
--Tomate un poco más de vino. No querés café?. Comé algo más, dale amor…

Cuando María me empezó a tratar mal, dudé de si lo que hacía era lo más correcto, pero después me di cuenta de que cuando él no estuviera lo nuestro iba a ser posible.
Pasaron meses hasta que noté que la cara del marido se iba poniendo cada vez más roja. Su nariz estaba ya algo violeta, y explotaba muy seguido golpeando a María y a veces, a mí también, lo que hacía que con ella tuviéramos algo más en común. Yo ya desesperaba cuando una noche en que estaba terminando con un consumidor, oí los gritos de María.
Abrí la puerta del dormitorio así como estaba, medio desnudo y corrí hacia la cocina, en donde se encontraba ella llorando desesperada al lado del cuerpo caído de su pareja. De la boca del hombre salía una baba viscosa.
--Si, si, yo llamo a Coronaria!... si no te preocupes!..—pero yo estaba tan nerviosa que no encontraba el número de la urgencia.
Charo y las chicas gritaban. La baba en el suelo iba creciendo, y María desgarraba el aire con su llanto.
La casualidad hizo que yo encontrara el número cuando ya no se notaba la respiración del hombre. La Unidad Coronaria vino rápido (el doctor estaba rico con su saquito blanco…)le hicieron de todo y se lo llevaron al hospital que quedaba cerca.
……………………………………………………………………………….Estoy sentada detrás de la cortina, conversando con Charo y las chicas (hoy es un día bastante flojo) y escucho a María en la cocina “Tomá mi amor, tomá, comé el purecito…”.”…Vení que te cambio, mirá que sos más chancho!…”.
Y el marido está allí. Todo su lado derecho duro, balbuceando, babeándose. Pero ahí. Firme en la silla. Firme en la cama junto a maría, que creo que encontró algo en la vida.
En fin! , suerte por ella…

Texto agregado el 13-09-2013, y leído por 78 visitantes. (0 votos)


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