La psicóloga.
Sus largas y torneadas piernas cubiertas con las finas medias de seda, seducían a todo lo ancho y largo de la habitación, no estaba enamorado, estaba hipnotizado por el escote de aquella morena despampanante, quien se hacía llamar mi psicóloga.
Mis amigos me la habían recomendado, pues decían que ella era excelente, y me ayudaría haría cambiar el doloroso panorama tras una fuerte separación con mi ex. Esa bruja infeliz, narizona, con risa de hiena, que me había quitado hasta el más inmundo peso, mi dignidad y mi carro clásico reconstruído, como odiaba a esa mujer; y después de muchos ruegos, a regañadientes acudí a la ya esperada cita.
El primer día de sesión iba todo fachoso, y desganado, habían pasado unos diez meses desde que la mal agradecida infiel de mi ex, me había dejado y no sentía ganas ni de comer, ni de salir, ni de vivir, todo era oscuro y todas las mujeres eran unas desgraciadas; pero cuando entre por primera vez a la habitación de aquella hermosa mujer, pude saber que ese diván azul donde me consultaría se volvería el lugar de mis sueños y anhelos. Su voz tierna lleno por completo mi ser, y pudo ella sacar hasta el último de mis gemidos aterrados por aquella sensación, que no había tenido la sutileza de conocer. Ella había logrado que mi ser volviera a vivir, que todas mis palabras, y mis sensaciones tuvieran sentido otra vez, y esas caderas ¡Dios mio!, hubiera dado todo en ese momento para tenerla y hacerla mia.
Yo solo era un regordete calvo sin ninguna gracia y ella una ninfa de labios rojos exóticos y carnosos, una diosa y yo me había convertido en su esclavo. Después de esa cita noche tras noche imaginaba como sus delicadas manos se paseaban por la anchura de mi espalda, y el dulce sonido de sus gemidos se adentraban en todo mi ser, mientras yo la tomaba de la cintura, y me paseaba por su dulce piel canela a la que saboreaba, sus piernas perfectas me rodeaban y me acercaban a la flor prohibida y exquisita que mi hombría aprovechaba para convertirla en mi mujer una y otra vez, hasta que los dos nos fundiamos en un destello inigualable lleno de pasión, y entrega, luego terminabamos apapachados amando la cálida noche que nos rodeaba. , y
Al cabo del paso de mis sesiones, nuestros dialogos antes y despues de cada aventura se hacían más fluídos, y mis fantasías se volvían más perversas y eróticas, pasamos de ser el abogado y la clienta, hasta ser marido y mujer, hacíamos el amor y a veces era simple sexo duro y frío, dependía mucho de mi humor, pero mi locura por ella nunca cambiaba.
Un día sin más, me puse más colonia de lo normal y acudí a la cita acostumbrada estaba listo para pedirle una cita, y con suerte me invitaría a entrar en su casa, despues de todo esa faldita que la caracterizaba se iba haciendo cada vez más pequeña, a medida que pasaban las consultas. No se como ni porque, solo se que cuando mis labios se abrieron para pedirle ir a algun café, ella se acercó poco a poco hacía a mi, y se abalanzo cuál si fuera leona en celo.
Sus pechos perfectos se dejaron al descubierto tal y como me los había imaginado, con aquel color rosado y una suavidad digna de ser disfrutada, su liguero me hizo saber que ella estaba esperando este encuentro tanto como yo, y aquel diván azul se convirtió en el lugar perfecto para repasar mi yemas en su hermosura de piel. Ella gemía y yo estaba que me desbordaba de placer, el solo roce de mi piel con la suya me hacía temblar y esa mirada que me pedía más y más me tenía al borde de la locura, hasta que sin más me quedé inmovil con su pelvis pegada al mío y retorciendome de excitación, había sido un climax glorioso, que hasta juro haber visto el paraíso. Mi amada psicologa comenzó a recoger sus cosas y a vestirse, pensé entonces que me llevaría a su casa a seguir con nuestra aventura, después de todo ya me había convertido en su favorito - ¡Vaya hombre, ya era hora de que te atrevieras a hacerme algo!- me quede mudo, sabía que me deseaba pero no sabía que tanto,- tus amigos me dijeron que eras algo lento pero jamás me imagine que tanto;te pido de favor que dejes el dinero sobre el escritorio, si quieres que salgamos un día, te tendré que cobrar extra y tu pagarás la cena, y la ropa que vaya a usar, a ver si así cambiamos esta rutina de la psicologa y el loquito, que ya me tiene más que cansada- me dijo, yo estaba atónito,- entonces tu...- me interrumpió, - si, hombre soy una prostituta, aunque contigo ya me gradue de actriz, mira que cansado era escucharte todas las semanas repetir lo mismo una y otra vez, fue tierno mientras duro, pero ya de tanto que jugamos a lo mismo, me empecé a creer que yo era una psicóloga, ¡imagínate!, yo una psicologa, si ni siquiera termine la primaria- se reía mientras daba una chupada de su cigarrillo. Asi que sin más me vestí, le deje el dinero tal como ella lo había pedido,- nos vemos la siguiente semana por favor a la misma hora- le dije mientras abrochaba mi saco al borde de la puerta.
Y después de ese día ella se convirtió en mi maestra, cocinera, esposa, amante, detective, y demás, cosas perversas, solo me hubiera gustado haber descubierto antes su verdadera profesión para no haber tenido que gastar todo mi dinero en sesiones donde solamente se habla y se miraba, porque a pesar de que esa mujer no tuviera un doctorado en Harvard, ella realmente era mi psicóloga. |