Mentiras necesarias...?
El Mall Chino está inserto en medio de la ciudad, no sé quien le puso ese nombre, no le queda para nada, es un lugar lleno de pequeñas tiendas con inmigrantes del lugar más poblado del mundo, que traen su enredado idioma y sus costumbres ancestrales. Necesitaba el trabajo así es que ahí estaba entre un montón de gente que lo único que conocía del idioma era “5 mil”… “one dólar…”Buenos Días”… “comple”… “five dólar”… ”balato”… y un par de frases más que por mal dichas para mí eran irreproducibles.
Como no les entendía nada a mi jefa y a sus parientes, por las noches me metía a Internet e investigaba sobre todo lo que se vendía en la tienda, lo que para beneficio mío y de los dueños, hizo que el local pasara lleno habitualmente. Es que después de un tiempo yo ya estaba experta en té chino, sortilegios, ungüentos, tazas de dudosa porcelana, campanas de viento, esfera de cristal facetado y por supuesto las famosas monedas chinas. A tal punto que obligué a mi ambiciosa y muy China Jefa a que pusiéramos en la tienda todas las cosas que vendíamos para proteger y progresar. Dos monedas atadas con una cinta roja en la puerta de entrada, un bola colgando en el centro para que reflejara la luz y orientamos los mostradores y repisas para que nos dieran buena vibra. No sé por qué, pero ellos amontonaban todo, así que con paciencia de “china”, comencé en mi trabalenguas a explicarles que el orden y la luz en el recinto les atraería más clientela.
El feng shui era parte de mi labia de vendedora experta y los clientes me buscaban para que les ayudara a armonizar sus viviendas u oficinas, claro que no sabían que esa meditación que yo recomendaba y mis recetas para lograr fortuna y felicidad eran gracias a “San Google” a quien le oraba metódicamente cada noche al regresar a mi hogar.
Un día llegó la madre de la dueña de visita o a quedarse, no me quedó muy claro, es que como no entendía nada de lo que me hablan, habitualmente terminábamos haciéndonos señas, la cosa es que la señora Shizuka, así era su nombre, al traducirlo después me di cuenta que la reflejaba, calmada, pacifica, serena, me encantó en cuanto la conocí, porque no hablaba nada de español y sin embargo en su mirada silenciosa parecía comprenderlo todo.
No sé que le habían contado de mí sus hijos, pero me abrazó fuerte y me entregó un sobrecito de regalo en un hermoso papel satinado rojo, en el que habían tres monedas de plata atadas con una cintita de seda también roja, al sentir la dulce y profunda mirada de la hermosa y anciana mujer, no pude evitar el calor en mi cara. Sentí que mis mentiras me golpeaban fuerte en el rostro. Pero no había nada que hacer, así que con gran ceremonia metí el regalo entre mi ropa interior, mientras que ella sólo sonreía.
No sé cómo, pero cada vez que yo estaba vendiendo mi pomada a algún cliente y me entraba duda de lo que estaba diciendo, ella observaba y se acercaba calladita y ponía en mis manos algún elemento que venía justo a completar mi oratoria. Amé a esa mujer, Como no, si mis comisiones iban cada día más en aumento.
No sé en qué minuto empecé a creer en todo lo que salía por mi boca. Quizás la causa fue cuando apareció Yûki por la puerta principal de la tienda y mi corazón se atolondró, volviéndose loco de amor por él, a diferencia de su hermana (mi jefa) él hablaba perfecto español, venía de visita casi obligado por su madre, pero se quedó…
Hoy vivo en la comuna de La Reina, muy alejada del centro, Yûki y yo pusimos un restorán, el que por supuesto tiene incorporado el feng shui en su decorado. Nuestras hijas tienen esa extraña mezcla de dos culturas que no son tan diferentes, mi suegra ya no está con nosotros, pero sus monedas de plata, además de ocupar un lugar preciado en nuestra casa, ahora forman parte de nuestra herencia.
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