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La delita



La parsimonia de sus dedos avisaban del tremendo letargo que sería estar a su lado, una torpeza haber invertido tiempo en su compañía, era de esas extrañas creaturas que atosigaban al tiempo haciéndolo explotar. Sentada al final de su cama la veía maquillarse, un pituquero grande ponía sobre el cobertor blanco de algodón antiguo que aún le quedaba de sus tiempos en que se obsequiaba calidad y lujo. Una toalla pequeña era el primer resguardo para que la tela en su alba timidez no tuviera contacto con lo profano, luego una serie de cajas de reducido tamaño mostraban el tornasol en que quedarían sus ojos agua, una hilera de pinta labios, otro tanto de cepillos y ese gran espejo con aumento que desordenaban su rostro haciéndolo monstruoso. Y ahí empezaba a darse toques de color, una base para tapar su triste vida, el talco en los labios como modo de fijar el rojo y perlado tono que no hacía otra cosa que aumentar las ansias tremendas de un buen beso, el que nunca llegaría; y en los párpados estelas luminosas de un celeste inquietante, las pestañas floridas y difuntas con su negro alquitrán que endurecería la mirada. Trazos iban, otros venían, los teñidos y dibujos que la hacían parecer sin ser, me hablaban de sus decadencia. Un fuerte olor a éter salía de su alma como si estuviera aconchando sentimientos para luego hacerlos germinar, pero nada de eso acontecía, ese aroma a cloroformo venía de su individualidad, de su pereza y conformidad, sola como la madraza que a punta de soltar se sienta a esperar que alguien la visite así era con su torpe egoísmo, y la miraba como se arreglaba, desmontaba los mejores trapos de su desvencijado placar y hacía como que jugaba a ser muñeca para luego sentarse horas tras horas en el sillón de su vivienda, mirar como olfateando con su larga estela de perfume ese gomero ciego de la esquina, mientras las horas y las venideras y las futuras horas de mierda la secarían a sabiendas que lo único que nunca tocarían sería su maquillaje etrusco, ese condensado enjambre de color en el frío rostro de una muerte anticipada.

Texto agregado el 08-09-2013, y leído por 615 visitantes. (19 votos)


Lectores Opinan
31-08-2016 Un texto cargado de metáforas y sombrías imágenes con un estilo inconfundible que habla de ti. !Muy buen texto! Saludos. NINI
25-07-2016 Musical, como dice quilapan: bello, aterciopelado y seductor, como digo yo. Retrataste hasta su punto más fino la decrepitud, amiga. Excelente. Pato-Guacalas
07-12-2014 guauuuu, que logro , has dado vida a una escena , tal vez mas común de lo que uno imagina, logras despertar un sentimiento de odio a tanto egoísmo, espera lo que no dio, o tal vez no supo ver , impecable , daría por mas de eso que solo es una mirilla a una vida o no vida. Te felicito , me gusta como lo haces . rulosodemonserrat
29-01-2014 Muerte anticipada, o muerte en vida. O, lo que es igual, pero más aberrante: no vida. O pretendida. He conocido al menos a una mujer así. Y es que a veces rascas un poco el espléndido maquillaje, y no encuentras nada... como si estuviera suspendido en el aire alrededor de un espíritu maltrecho. ikalinen
31-12-2013 Lo leí de nuevo y ahora más que pena sentí admiración.Eres como se dice de alto vuelo mi querida amiga. Te abrazo con cariño****** Victoria 6236013
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