Tras la estación del tren, hacia el fondo, donde se estaba derrumbando junto al pasar del tiempo una bodega reharto vieja, nos encontrábamos sentados en el suelo apoyados en el muro remoto de abúlicos matices que se entristecían entre la maleza pálida, engalanada de bolsas plásticas y custodiada de unos durmientes de cemento amontonados como una pirámide. Entre aquella fiesta de manchas menesterosas tomábamos vino y fumábamos cigarrillos de esos bien malos, de los que aburren lueguito y te dejan sin ganas de fumar, o por lo menos da asco tener su mal sabor en la boca por un rato. Nos acompañaba un perro que se perturbaba cada vez que pasaba el tren, su fuerte ruido del roce espeso del hierro contra hierro reproducía cierta nostalgia y soledad en tan saturados ruidos metálicos. A “Lulo”- así lo apodamos- le molestaba y se adelantaba corriendo a ladrar y confrontar a esa bestia que se impone así como la modernidad se impuso a sus instintos; ¡gran travesía!, volvía petulante, orgulloso de su odisea perruna, repetitiva y sin sentido para el lenguaje de quienes apreciaban su profunda obstinación y trataban de atribuirle elementos humanos, así como hay gentes que le ponen ropa, gorros zapatos, le hablan como a bebes siempre inconsciente o conscientemente -me pregunto hasta qué punto llegarán- humanizando a estos animales. Hablamos de los pacos, de su ignorancia, hipocresía y violencia. Sí, recordábamos situaciones de ira con estas personas, persecuciones, burlas, injusticias más injusticias, etc. Reíamos con las historias que ya se habían contado tiempo atrás, que el paco no sabía que era esto, que dijo mal esta palabra, que hay que llevarle el amén para que no te peguen, que te pego y listo, que me aconsejó puras tonteras, que se guardó los pitos; así siempre las mismas historias, pero, en ellas se hallaban siempre nuevas dimensiones para interpretar las relaciones de poder; tomaba sentido al pie de lo que se habla anteriormente, que muchas veces olvidábamos la forma de lo que se decía pero la base siempre tenía su profundidad y con eso nos quedábamos; a lo mejor por eso no nos aburrían las historias que ya sabíamos, así repasábamos nuestra existencia, así lamentábamos el mundo…
Recordamos que salimos de mi casa en bicicleta, mientras comíamos un pan con algo, no recuerdo que era, digamos que solo era algo, y tomábamos buena velocidad por la avenida Juan Jiménez. Esta calle tenía bastante tránsito a esa hora como a las 11:30 p.m., en la que nos percatamos que no había ningún auto, ni micro, ni nada; pero como siempre habían pacos, estos estaban estacionados en frente de la casa de putas; no recuerdo el nombre, en realidad da lo mismo, no va al caso. Tenían sus balizas apagadas y reflejaba la luz del poste de iluminación…
.- “¿Le tiro el pan?” me pregunta…
.- “No, pa qué, vamos tranquilos”- le respondí-…
.- “Hagámosla loco, ¿Qué tanto?, ¡Si vamos en bicicleta!”
.- “No hüeón pa qué, comete esa weá tranquilo”…
Ya habíamos tomado buena velocidad, yo ya me había comido mi pan, pero mi compañero no; parece que estaba decidido, nos acercábamos rápidamente, ya a un par de metros…
.-“Ya, ¿La hacemos…?”
.- “…ya. Dale”
Qué manera de sonar tan fuerte sobre la rejilla del vehículo policial ese pan, o lo que quedaba de él, ¡Retumbó!, ¡Boom!, mereció hasta un eco, ¡Que energía! Me dije, mientras acelerábamos el paso, le echamos para adelante, en la esquina miramos para atrás y la yuta nada que nada, ahí quedó estacionada, pues asumimos que no había nadie dentro del furgón así que no se percataron del hecho. Bajamos la prisa y reíamos, jadeábamos, miramos para atrás nuevamente y dos luces se acercaban a máxima velocidad, muy rápido ya nos pillaba, enciende su sirena, las balizas y nosotros acelerando pero era muy tarde había que acudir a la habilidad mental más que a la destreza física…
Mi compañero gira la bicicleta y en dirección contraria al furgón emprende su huida, estos no lo alcanzaron, yo que me veía entre sus garras entre el furgón y la berma, atino a subir a la vereda por la subida de autos a una casa particular, no me pudieron atrapar, alcance a doblar por la vereda justo en la esquina que estaba ya a dos cuadras de donde se hallaba momentos atrás estacionado la yuta. Pedaleé lo más fuerte que podía, me había parado en la bicicleta para tener mejor movilidad, escucho que se acerca, vuelvo a tomar otra curva, me dirigía a la “Cancha de la Palma”, ahí había camino de tierra y podía cruzar un canal por un puente bien angosto, cerca de allí estaban pavimentando, el camino estaba cortado, pensé “así no me alcanzaran”, pero la velocidad y la tierra no hacen buena combinación, así lo descubrí al caer fuertemente, ya que la bicicleta patinó y termino por aferrarse al suelo, buen porrazo me dí, me rendí, ya me alcanzaron y yo en suelo todo raspado y sin nada de energía me deje a lo que fuese. Aparecieron pacos de no sé dónde, bajaron del furgón, de una patrulla, y rápidamente comienzan a golpearme.
.- ¡Sin luma!...- dije, asustado…-
Y sin luma me golpearon, pareciese que fue peor porque entre cuatro pacos me sujetaron las extremidades, en suelo me estiraron los brazos y la piernas, me tenían sin movilidad alguna, otro paco se acerca a mí, a esto ya los golpes no me dolían, al menos eso recuerdo (será la adrenalina del momento). El paco se posiciona sobre mi estómago y flexiona sus piernas para luego volver a estar rígido, me dolió mucho (eso si lo recuerdo), fue como si tomara impulso para saltar pero no salta. Sin respiración, ahogado me levantan de los brazos y por el aire me acercan a la yuta, azotándome el cuerpo y mi cara al carro, me ponen las esposas, ya no pensaba, creo, o creo que pensaba que ya no pensaba, no sé, recuerdo varios vehículos de pacos a mí alrededor. Lo que sé es que me subieron al furgón entre eso seguían golpes que no me percaté de donde vinieron, antes de que me tiraran dentro me golpean a mano abierta la cabeza, eso lo sentí. Ahí estaba yo, todo me dolía, el vehículo no partía se demoraba, abrieron la puerta del furgón y tiran la bicicleta encima mío, bicicleta que no era mía a todo esto, parte del manubrio me dio en la cara y por una cierta convulsión producto de la ira pateo la puerta que estaba a punto de cerrarse, el canto de esta le da en cara al paco que la serraba, motivo de más y más golpes fue, pero bueno, en mí decía aturdido, “no se las llevó pelá”…
Al momento de constatar lesiones veo que llega mi compañero al igual que yo; es raro pero cuando lo vi me dio mucha lata, pero a la vez me sentí tranquilo, pues sabia como estaba, dónde estaba. Dentro esposados y a la camilla nos mirábamos, nos pusieron frente a frente y un paco en el medio nos amenazaba, decía que “ya la veremos cuando estemos dentro”, nosotros reíamos y el paco más se enojaba, el medico que tenía pinta de paco dijo que no teníamos nada. Estuvimos dentro en el calabozo pero nos soltaron, a mi compa lo fue a buscar su madre y a mí me mandaron para la casa, le conté a mi vieja lo que pasó, ella los llama y los confronta, ellos dijeron que con un piedrazo rompimos el vidrio y herimos a un funcionario de carabineros, mi madre pidió que trajeran el furgón que supuestamente se había roto, lo fueron a buscar, nunca más volvieron, nunca supimos de juzgados y esas cosas.
Lulo el perro está oliendo algo desde hace rato en ese rincón, el vino se está acabando y los cigarrillos también, así que guardaré uno para el camino; está oscureciendo, nos despedimos con los cabros, cada uno va a su propio rumbo, unos irán a comprar más, yo me voy para mi casa, y el perro, pues él se las verá. Me alejo de la estación, entre la gente en el centro camino aislado, fumando el último cigarrillo que me quedaba, escucho el tren pasar y me imagino a lulo ladrando, ladrando y ladrando a esa máquina de espeso ruido que se inyecta al tímpano de los consientes e inconscientes, que hace temblar el suelo de todo aquel que esté cerca, pero que lulo ladrará quizás hasta los últimos días de su vida.
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