Era un país de gigantes… Las casas eran inimaginables… Unas puertas de oro con vitrales de piedras preciosas… Animales hermosos… Bestias salvajes dulces y domesticables, como billutería jadeaban sobre las manos de los gigantes… Lo único malo era que no tenían ojos… Eran ciegos pero parecían no serlo… Se desenvolvían como normalidad… Aunque las cosas que hacían eran simples, como cambiar sus cosas por alimento… Sus mujeres y niños también lo eran… Era un país tranquilo, pero por las noches aparecían unas ratas con rostro de hombres y estos hablaban entre sí… Era un país raro, pero me gustaba estar allí…
Todo cambió el día en que uno de ellos llegó gritando en medio de la ciudad que el Dios acababa de llegar… Todos se juntaron… Hombres y mujeres, niños y ancianos… Fueron marchando como una manada de elefantes hasta llegar a una inmensa torre de oro… Los más pequeños empezaron a trepar hasta llegar a la cima y en ella empezaron cada uno de ellos a cantar y cantar… Ni uno de ellos usaba ropas… Sin embargo su desnudez era hermosa… Sus cuerpos eran perfectos, ya sea de hombre y mujeres… Hasta los ancianos eran hermosos, con sus largas barbas blancas y sus rostros bronceados por el Sol… Y cuando cantaban parecían el coro de ángeles… Así la pasaron, con los niños trepando en las alturas de aquella torre y todos los demás haciendo lo mismo… Todo esto siguió por días y noches sin dormir ni comer…
De pronto el mundo empezó a llenarse de agua, más y más… Y cuando todos estaban bajo las aguas, todos llenaron sus pulmones de agua… Todos murieron… Incluidos las bestias y niños… Nadie quedó excepto quien narra esta historia… Pude tomar una especie de barca y con suerte me encontré en mitad de un océano… La lluvia había parado… El Sol empezó a brillar y las aguas empezaron a retirarse hasta ver cómo nacían islas e islotes por todos lugares…
Llegué a una de ellas y bajé de mi barca… No había rastro de vida humana… Tan solo escuchaba el silencio de todos los muertos… Empecé a preguntarme si esto era una prueba de Dios… Me di cuenta que era imposible… Y cuando estaba saliendo de estos pensamientos pude notar que una rata con rostro de hombre se acercaba hacia mí… “Hola”, me dijo… “¿Has visto a Dios?”… Le dije que no… “Le he visto llorar y llorar hasta ahogar a todos los gigantes…”… Empezó a reírse sin parar, de pronto se detuvo y se fue por una ruma de piedras… Vi que llegaba un hombre vestido de luz… ¿Será el Dios?, me pregunté… El hombre vestido de luz se acercó hasta llegar a mi lado… Me miró y le miré, parecía estar triste… Le pregunté si era Dios, me dijo que no, que era una especie de bicho de luz… “¿Lo has visto?”, preguntó… De pronto los cielos empezaron a oscurecerse hasta quedar todo en sombras y sonidos extraños… El bicho luz se fue por uno de los rincones… Quedé solo sentado sobre una piedra… Ya iba a dormirme cuando sentí que unas manos me cogían del brazo… Me elevaban con delicadeza para luego dejarme en la cima de una montaña… Miré y vi que era un ave preciosa… El ave me miró y preguntó si yo era Dios… Le iba a decir que no, pero por esas cosas que uno tiene de extraño, le dije que sí… El ave me cogió del brazo y me dejó en mi lugar... Luego, aterrado se fue volando por los cielos… Pensé que era bueno decirles a todos que era Dios… Y con esos pensamientos me eché sobra unas ramas y dormí… Tuve sueños extraños… Veía a gigantes y enanos… Animales y mares embravecidos… Cielos que despedían fuegos y estrellas… Era en verdad un sueño extraño… Y cuando desperté, vi a toda una muchedumbre de seres alrededor de mí… Y cada uno de ellos parecía verme como si yo fuera una deidad… Cerré los ojos y traté de seguir durmiendo… Y mientras dormitaba, escuchaba que cada uno de los seres que me observaban, dejaban todo tipo de cosas alrededor de mí… Seguí durmiendo y en mis sueños, les miraba y hablaba con otros dioses y también con los cielos y las estrellas… Y a cada uno de ellos les pedía que no interrumpieran mi extraño sueño… Todo se hizo como pedí… Soñé cosas inimaginables y hermosas… Apenas abrí los ojos, estaba solo, echado, desnudo y con una mujer hermosas al lado de mí… La miré y ella me miró… Hicimos el amor, y luego, seguí soñando, por el resto de todos los siglos y siglos…
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