subí las escaleras de un edificio muy alto y grande... había un ascensor pero siempre les he temido... mucha película, me dicen... es extraño, siempre he subido por las escaleras pero nunca me he detenido en un piso... esta vez, como no estaba apurado, me detuve en uno de ellos... pasé al pasadizo y pude ver muchos departamentos y todos de color blanco, como hospitales... apunté cualquier número y listo... salió una señora bastante mayor y con una vieja escoba en las manos... ¿qué desea?, preguntó... le expliqué que nada en especial, tan solo me he detenido en uno de los pisos y he querido hablar con una de las personas que lo habitan... la señora, bastante paciente y un poco girada, como yo, me hizo pasar con un: “adelante”... entré y pude ver que todo su piso estaba lleno de gatos de todos los tamaños y colores... uno de ellos me dio cierto temor por la intensidad oscura de su mirada... la señora me explicó que ama los gatos y ellos la aman a ella... creo que pude entenderla... me hizo pasar al comedor y me dio unas galletitas que acababan de salir de su horno... “les va a gustar”, me dijo... cogí una y cuando me la estaba metiendo en la boca pude notar que cada uno de los gatos me miraba, incluso la mujer... me detuve, sentí algo raro... le dije a la anciana que la grasa me sienta mal... ella y los gatos me miraron fijamente y con cierta vehemencia... no tuve mas remedio que tragármela... lo siguiente fue extraño... me dio sueño, bastante sueño y le pedí a la vieja una silla... “ven padrecito, ven....”... y mientras iba sentía que todo empequeñecía hasta quedar totalmente dormido... cuando desperté estaba tirado en el piso... mi ropa lo mismo... quise moverme, pero me di cuanta que yo era un gato... qué es esto, me dije, mientras cada uno de los demás se reía y reía sin parar... la vieja me traía un recipiente lleno de leche... “toma gatito, toma...”... la seguí y apenas pude ver una ventana, escapé... corrí como un felino hasta bajar todo el edificio... ya en la calle noté que una manada de gatos me perseguía... corrí y corrí... y cuando llegué a mi casa, entré... miré mi cuarto... todo era gigantesco... quise llorar y de mis labios brotaron un miau...
desconsolado vago por las noches y en mi diario caminar veo mi cuarto lleno de libros y con un sinnúmero de gatos que suben y bajan por cada rincón de mi cuarto... por mi lado, no lo lamento... es bueno vivir, aunque sea en el cuerpo de un gato negro y de ojos marrones... |