Después de haber ingerido una fuerte dosis de heroína mezclada con licor, caminó sin rumbo, en compañía de frondosos árboles que dormían en medio de calles desiertas. Aletargada y con la paranoia en las venas, se detuvo para intentar atrapar su propia sombra agazapada al suelo. Sólo se oía el eco de su risa. Qué estupidez pensar que alguien la perseguía, a ella, nada menos que a ella. Completamente ida, empezó a arañar el piso. Sus dedos se deshacían en el cemento, sangraban. Y lejos de sentir repulsión, adoró su arte, líneas color carmín trazadas a su alrededor formando un círculo. Poniendo murallas y límites a su mundo, tan parecido a esa realidad de la que gozada escapar de vez en cuando. Repetitivo que nadie la comprendió jamás o tal vez se deba a que ella tampoco hizo el mínimo esfuerzo de conocer a los demás. Cero intereses. Tan ausente y presente a la vez. Tan fuera de lugar. Toda la vida, sólo fue una pasajera en el tren equivocado. Y si mañana logra despertar, pide sea en el sitio correcto, donde realmente se justifique su existencia. Un mundo sin colores o un solo color, por favor. Life in Mono.




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