Siento que este recorrido se me está haciendo inalcanzable, levanto la vista cada vez que doy un paso y parece que "la meta" da otro conmigo. Cansada, decido descansar. me recuesto bajo un árbol, con el día soleada y la brisa acariciando mi rostro caigo en un sueño profundo.
Y ahí estoy, en una casa desconocida, puedo visualizar una mesa de pino y un sofá, me siento a esperar, que por lo menos, aparezca alguien. Hasta que el sonar de pasos lentos aparece. Me pongo inquieta, un poco ansiosa. Sólo logro percibir la lentitud de tal acercamiento, junto con una tranquilidad que inunda la habitación en la que me encuentro. Está detrás de mi, puedo sentirlo. Me quedo quieta, inmóvil; ahí aparece una caricia delicada sobre mis cabellos junto con una voz que me dice: "te estaba esperando", me doy vuelta, y si, era él. Como no reconocer su voz, si todos los días suenan como un eco en mi interior. Me levanto del sofá y me fundo en un abrazo interminable, infinito. Lágrimas se apoderan de mis ojos, sus manos suaves logran secar esa melancolía de recuerdos mezclada con alegría de volver a verlo. Tomamos asiento, permanecemos los dos en silencio, mirándonos, hay tantas cosas por decir que no logramos decir nada. Vuelve a abrazarme absorbiendo ambos todo el amor que ese abrazo nos regala. Hacía tanto que no lo veía, que no lo tenía cerca mio que solo deseo que este sueño nunca termine, solo deseo no despertar en este momento. Me toma del rostro, me mira fijo y suelta un: "Tranquila mi India, estoy acá para cuidarte, nunca voy a irme de tu lado". Mi corazón no parece soportar tanta emoción junta por volver a escuchar su voz. Rompo en llanto una vez más, manteniendo el silencio que se mantuvo presente desde el principio de este encuentro. "¿Por qué no puedo hablar? ¿Por qué no puedo decirle todo lo que estoy sintiendo en este momento?" me pregunto. Respiro hondo, muy hondo y me recuesto sobre su pecho. Me acaricia tiernamente. Él es mi tranquilidad en momentos donde siento que todo me desborda.
Tomo coraje y rompo el silencio: "Que bueno es saber que estas siempre conmigo, llenando de paz mis momentos de calvario. Empujándome a dar mis pasos cuando la cobardía se apodera de mis piernas. Abrazándome el alma cuando lo necesito, sea para opacar mis tristezas o festejar mis logros. Que bueno es saber que siempre estás aquí". Sonríe, me mira con esos ojitos picaros de siempre pero ya un poco cansados por la edad y me responde: "Siempre con vos, descansa". Se pone de pie y se aleja lentamente. Lo dejo ir, otra vez me encuentro solo yo con mi silencio en ese lugar, grito: "No te vayas, ¿Dónde vas?", pero ya no se encuentra aquí.
Despierto, siento otra vez la brisa, el sol y mi sendero justo allí, delante de mi. Me levanto y sigo mi camino, pero esta vez con más fuerzas y entusiasmo, con una pequeña angustía de no poder haberle dicho algo más, a pesar de sentir que él lo sabe, de no poder volver a decirle: " Te necesito, no sabes cuanta falta me haces, cuanto te amo y cuanto me dolió tu partida, abuelo". |