como un niño perdido en el bosque, allí estaba el tesoro de la vida, de la juventud... junté fuerzas de donde no tuve y me embarré de aquel tesoro... me vi a través de un lago y vi que mi rostro era el de un joven, el de un púber... salí corriendo de aquel lugar y cuando llegué a mi soledad frente a la puerta de mi casa, pude verme reflejado en las lunas de la puerta y era el rostro de un anciano... no supe que hacer... no sabía si entrar o volver hacia el lago... cerré los ojos y pedí consejo al dios de todo lo creado... “no olvides que detrás de todas las cosas, existo yo...”, dijo... volví al lago y bebí de sus aguas y luego, regresé a mi hogar... ya en mi cuarto quise descansar... me senté a la diestra de mi perro y recé... mientras lo hacía, lloraba... estaba triste y sentía que aquel sería mi destino... ya estaba por dormirme cuando de una de las ventanas del cuarto vi una luz que entraba como una polilla... la luz se puso frente a mi ojos y yo pude entrar en ella... tras de todo me encontré con mi creador... allí estaba él, jugando como un niño mientras infinitas luces giraban en torno a su divina mirada...