Tengo unos cadáveres guardados en una cajita de madera, quise conservar el encanto de lo vintage, así que la adorné con un forro de flores rosas y pálidas.
Tengo sus huesos carcomidos en forma de cartas, mechones de cabello en forma de fotos, collares de besos muertos, poemas de caricias infinitas, frasquitos de perfume donde contengo el olor a hierbas del parque donde nos tomábamos la mano.
Tengo sus actas de defunción, y también sus actas de nacimiento.

Mi cajita es un cementerio, que enfila sus lápidas con nombres y fechas, sus epitafios con lágrimas empolvadas y hasta las flores que se marchitaron cuando olvidé cambiarles el agua.

De vez en cuando los visito, mis difuntos de dulce hiel, los acomodo en la mesa y les preparo café, conversamos del pasado y después los empujo a su tumba para olvidarlos otra vez.

Tengo a mis muertos como deben de estar, bien muertos y en su fosa, para cuando los quiera recordar…