Alborece tras la piedra balaustrada
bajo el ábside nocturno del cielo lejano.
Penden de sus brazos, estrellas
como sámaras penden del ailanto
¿Qué ruines, vilipendiadas, adustas callejuelas
lamiscaron tus pies descalzos?
Y la sangre en los abriles
de los guijarros hiriendo los labios
¿Cuan funestos, cuan vacíos
han de ser nuestros abrazos?
Se desgranan sobre el cieno
áciagos quejidos helados
y diáfano tenebrece el empíreo
llagado en el cuerno pagano
¿Cuan amargo sabe el eco plañido
del mártir profano?
cárdeno nimbo impío
en la efigie de los santos.