SUPERMERCADO CHINO
Estaba preparando un bizcochuelo y, en medio de la receta, me dí cuenta de que no tenía suficiente manteca . Salí corriendo a comprar una al lugar más cercano: el súper chino de la vuelta de casa. Me abalancé sobre la góndola de los lácteos y agarré la primera que encontré sin fijarme marca o precio. Con la misma rapidez me puse en la cola de la caja para pagar . Me daba un poco de vergüenza pedir que me dejaran pasar pensando que la mezcla culinaria a medio hacer no era argumento válido para pedir prioridad en el cobro. Delante mío con el changuito cargado estaba doña Amanda, mi vecina, una adorable y dulce anciana de 80 años con la que suelo conversar de paso en la vereda. Me gusta charlar con ella, es muy habladora, sociable y solícita con la gente. Todos en el barrio la aprecian mucho. La conocemos desde siempre. Le encuentro un solo rasgo negativo: odia a los chinos. Su disparador es el supermercado. No hay vez que me la cruce en el súper que no se gatille su larga letanía de quejas contra los orientales, que por algún motivo oculto, la sacan de quicio. Que apagan las heladeras de noche para ahorrar luz, que hay olor a pis de gato, que venden patas de roedores por pollo, que roban los perros del barrio para después comerlos, y otras menudencias. Yo la escucho con paciencia, por la edad y porque la considero una buena persona, y con eso le alcanza. En este tema es inflexible: no pide ni espera opinión. Y menos si es contraria a la suya.
Alguna vez le pregunté porqué seguía comprando allí, me contestó que este era el súper más cercano a su domicilio y . como no podía caminar mucho arrastrando el changuito porque se agitaba, no le quedada otro remedio que ir de los chinos.
Esta vez el tema era la soberbia con que trataban a la gente. No contestaban o lo hacían secamente cuando les preguntaba algo. Se hacían los sordos ante las quejas. Una vez le dijeron que si no le gustaba el lugar, se fuera a comprar a otro lado. Sí , soberbios y además maleducados…Eso sí , cuando se trataba de dinero, eran bien rápidos para cobrar de más.
Intenté explicarle el motivo. Quizás se debiera al desconocimiento del idioma, sus alfabeto y números se escribían diferente, algunos recién llegaban y casi no sabían castellano. Pero no hubo caso.
Mientras doña Amanda hablaba y hablaba yo pensaba en los chinos. En sus descubrimientos e inventos, enumerados en un libro que de casualidad había estado leyendo en esos días :
“ ¿ Qué no inventaron los chinos ? ... Poco o nada sabemos del pasado de una nación que inventó casi todo... Allí nació la seda hace 5000 años. Antes que nadie, los chinos descubrieron, nombraron y cultivaron el té. Fueron los primeros en extraer sal de los pozos profundos, y los primeros en usar el gas para sus cocinas y lámparas. Crearon arados de hierro de porte liviano, y máquinas sembradoras, trilladoras y cosechadoras, dos mil años antes de que los ingleses mecanizaran su agricultura. Inventaron la brújula mil cien años antes de que los barcos europeos empezaran a usarla. Mil años antes que los alemanes,descubrieron que los molinos de agua podían dar energía a sus hornos de hierro y acero. Hace mil novecientos años inventaron el papel. Imprimieron libros seis siglos antes que Gutemberg, y dos siglos antes que él usaron tipos móviles de metal en sus imprentas. Hace mil doscientos años inventaron la pólvora y un siglo después, el cañón . Hace novecientos años inventaron máquinas de hilar seda con bobinas movidas a pedal, que doscientos años después copiaron los italianos. También inventaron el timón, la rueca, la acupuntura, la porcelana, el fútbol, los naipes, la linterna mágica, la pirotecnia, el barrilete, el papel moneda, el reloj mecánico, el sismógrafo, la laca, la pintura fosforescente, el carrete de pescar, el puente colgante, la carretilla, el paraguas, el abanico, el estribo, la herradura, la llave, el cepillo de dientes, y otras menudencias”. (*)
Con afecto miré a doña Amanda y le devolví una sonrisa . Cuando terminó su catarsis, con cariño y para conformarla le dije: “ Y si... A veces son un poquito soberbios”. Como para no serlo….pensé.
(*) Espejos - E. Galeano. Pág. 89- 90
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