Desconsuelo
Anochece y el Mar se lleva su última lágrima, el pequeño mirador endeble, agrieta sus lívidos tablones intentando sostenerle para que no caiga.
El Mar, la mira silente y levanta su brazo espumoso dispuesto a acunarla. El corazón destruído hace tantísimo rato, no encuentra el camino de vuelta, ya no late, gime de pena, es el desconsuelo mismo sembrado en un árido templo.
Mientras, el alma indiferente por el largo frío espiritual de esa vida, indolente e ingrávida, se sienta a esperar la decisión del salto final que la libere.
La Conciencia hace miles de esfuerzos para cambiar la sentencia ya dictada, argumenta, ruega, muestra caminos, suplica pidiéndole y exigiendo ayuda al Alma que la observa. Ella, hermosa y transparente, se levanta de su cómodo asiento y pasa por delante de la agobiada Conciencia, que la recibe con la esperanza de una lucha en conjunto, pero Alma sólo se aleja, gélida y levitando emocionada, mientras la otra grita, porque a su descuido, el moribundo cuerpo cae chocando con las rocas y el agua.
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