Caminaba por un interminable y angosto pasillo, a lo largo de éste habían miles de puertas, pero cada vez que abría una, solo encontraba un pasillo idéntico al que estaba en ese momento. Continuó así por años, o quizá solo fue un segundo, no sabría decirlo con exactitud, lo que sabía es que ya se había cansado de abrir puertas encontrando siempre lo mismo, así que decidió seguir caminando en línea recta, después de todo, daba igual si retrocedía o avanzaba, el pasillo no terminaba en ninguna dirección.
Al comienzo, cuando se encontró parada en medio de ese lugar, su mente estaba turbada y la desesperación no la abandonaba por ningún motivo, solo deseaba encontrar una salida; pero con el correr del tiempo se acostumbró a andar en línea recta, sin sentido alguno, ahora no importaban las puertas, no importaba la oscuridad y el putrefacto olor del lugar, ya podía coexistir con él como un macrocosmos infinito y perfecto, o efímero y abstracto, depende del observador. Pero para ella, era todo y a la vez nada, un universo maravilloso y basto, podía ser un infierno hermosamente perturbador o también un cielo extenso e inescrutable, después de todo, su mente podía ver lo que quisiera.
De pronto, en un tiempo que sería imposible descifrar, sintió esa inquietud, vacío y desesperación que sintió al comienzo, miles de preguntas y cuestionamientos que había olvidado regresaron a su mente, raudos y gélidos como el viento del más furioso huracán. ¿Qué sentido tenía su existencia? ¿Hacia dónde iba? ¿Dónde comenzó todo? ¿Cuál sería el final de ese monótono camino? ¿Por qué debía recorrerlo si no llegaba a ningún lado?
Todos esos y más cuestionamientos se agolparon en su cabeza, y la necesidad de respuestas tampoco dudó en aparecer. Quiso detenerse en ese mismo instante y dejarse caer hasta el suelo, pero algo se lo impidió, una corazonada dirán algunos, pero ella estaba totalmente consciente que desde hace mucho no tenía dicho órgano al cual llamaban corazón.
Levantó la vista como no había hecho en mucho tiempo y sus ojos se abrieron desmesuradamente debido a lo que pudo ver, una especie de luz demasiado inmaculada para su vista, se encontraba al fondo del pasillo y con las ansias de encontrar una salida, corrió tan fuerte hacia ella como sus piernas le permitieron. Al llegar, su sorpresa no fue menor al notar que la luz, en realidad era un espejo, y más se sorprendió al ver su deplorable y a la vez perfecto reflejo, no sabía si ponerse a reír al notar que en aquel lugar ella podría ser lo más hermoso que hubiese, o llorar al ver que su aspecto era tan paupérrimo según los cánones de belleza que ella recordaba.
Lentamente alzó una mano y la acercó al espejo, acariciando con suma delicadeza su reflejo, como si ella misma pudiera romperse ante su tacto, un par de segundos después de apreciar su figura, notó como en el espejo se reflejaba algo más que su existencia, detrás de sí apareció otro espejo, formando al instante una seguidilla de reflexiones infinitas entre ambos cuerpos lisos, se vio a sí misma una y otra vez parada entre ambos objetos y supo que prefería caminar sin motivo por el infinito pasillo que esa perturbadora situación, así que desesperada tomó el valor y se lanzó hacia el primer espejo, provocando que este inmediatamente estallara en mil pedazos ante la colisión.
Posterior a eso se encontró cayendo por un abismo oscuro y junto a ella caían los pedacitos del vidrioso objeto y, nuevamente se vio reflejada en cada uno de ellos, la sensación fue indescriptiblemente aterradora, cada trozo era como una fracción de odio a sí misma, tanto así que se tapó los ojos para no tener que verse más. Pero pronto sintió como su cuerpo chocaba contra una dura superficie e increíblemente no sintió dolor ante el impacto, el dolor llegó después cuando todos los trozos del cristal cayeron sobre ella, clavándose en su piel como dolorosas agujas, provocando que de inmediato un líquido carmín brotara de las heridas que le provocaron.
Con dolorosa dificultad alzó un poco sus brazos y los observó llenos de sangre, vio sus manos las cuales estaban llenas de cortes; simplemente cerró sus ojos durante un rato suspirando mientras esperaba que el dolor se fuese aun que sea un poco. Luego los abrió con pesadumbre y se levantó con parsimonia, se observó su magullado cuerpo y comenzó a retirar los cristales uno a uno, dejando escurrir su líquido vital sin importarle mucho, al retirarlos todos, comenzó a caminar en el vacío nuevamente sin dirección alguna, pero esta vez sabía el comienzo, pues en cada paso que daba, iba dejando una huella tétrica de sangre.
Caminó y caminó nuevamente sin saber si fueron años o segundos, hasta que ante ella apareció una hermosa rosa de un azul metálico que nunca antes había visto, pendía de una soga y era como una lámpara, ya que parecía que la flor con su sola presencia iluminara todo. Se dirigió hacia el hermoso ser y al tenerla a su alcance, la desprendió de la soga y con sumo cuidado la tomó para llevarla hasta sus fosas nasales, aspirando un aroma que provocó que las lágrimas se agolparan en sus ojos cayendo a borbotones por sus mejillas, acercó dicha planta hasta su pecho y ahí la apretó contra este y la palma de sus manos, sintiendo como las espinas se enterraban en su piel, haciendo que brotara más sangre aún, pero lejos de sentir dolor, sintió una especie de liberación y placer, cerró los ojos y sin separar la rosa de su pecho, comenzó a tararear una canción mientras las lágrimas seguían resbalando por su rostro hasta caer y perderse en el piso.
Al volver a abrir los ojos se percató que la majestuosa rosa, ya no era azul, si no que era de un rojo oscuro casi negro y también notó que ya no era hermosa, pues se había teñido de su sangre, la separó de su pecho y la apretó con fuerza en su mano antes de arrojarla con rabia y tristeza. Se dirigió hasta la soga de la cual pendía la rosa, la acarició con ambas manos, cerró los ojos dejándose envolver con esta y sonrío en paz por última vez pues al parecer, el final por fin había llegado.
Chizuru - Gabriela Muñoz Lara |