Recuerdas la vez que nos sentamos junto las luces de la cuidad, recuerdas, como nos sentamos junto a ellas, lucidas y palpitantes, danzando entre las cuerdas, cantando sobre los tejados, resplandecientes a la noche, haciéndole tributo a la vida dormida, a los amores callados, a los sueños reposados, recuerdas esa noche cuando la lluvia empapó las verdades del signo, las fragantes notas de los arboles distantes, que día a día dicen tu nombre, cantan al oído sonetos de amor en las voces de las aves, sus instrumentos predilectos, tus animales favoritos, recuerda como la luz nos guiaba por el destino, por el lindero del horizonte, que recorría nuestros cuerpos húmedos y acostumbrados, acostumbrados a los vapores del cielo, a las fragancias del cemento, a la realidad de las cuatro paredes. Recuerdas, recuerdas esa única velada, donde dormíamos juntos; separados por los cuerpo, unidos por los sueños, donde el frio acongojaba el cuerpo pero ensalzaba los corazones, que olvidaron su carácter muscular, para ser un órgano profundo, que nos vertía el sentimiento, las ganas de vivir, las ganas de estar juntos… Pero recuerdas lo que nos dijimos… No, no lo recuerdas, porque no nos dijimos nada, no hubo sonido alguno, no gesticulamos más que para besar, porque fue tan íntimo el momento, tan única la imagen, que simplemente nos entregamos al amar, al lenguaje sin palabras, sin gestos, sin caricias, a ese lenguaje que solo una vez se habla, que dura fracciones de segundos, suficientes para decimos cuánto nos necesitamos, que las almas gemelas eran cuentos de hadas, las almas no son gemelas, son una sola, perdida entre mitades esbeltas, buscando su otra mitad, lisa y carmesí, plateada y luminiscente, altiva y añil, sus mitades idénticas, de carácter opuesto, pero de idiomas idénticos. Recuerdas, si lo recuerdas, dímelo sin palabras solo ven, toca mi cabello y bésame, porque yo cantare todos los días en reemplazo de las aves, cantare a tu oído y susurraré tu verdadero nombre, yo sabré cual es la caricia que más te gusta, la parte de mí que extrañas con anhelo todo el día, ven dímelo con el alma, dime que soy tu otra mitad, la idéntica y opuesta, la roja, azul y brillante, esa pseudoalma que está dispuesta a escribir un libro contigo. |