el barco se llamaba "Gogh" y navegaba por alta mar cuando entabló batalla con el "Gauguin", batalla singular a cañonazos que transformaron aquella noche estrellada en una roja por las llamas, batalla entre corsarios, batalla de grandes capitanes peleando por oro y otros tesoros. "¡al abordaje!" gritó el capitán del Gauguin antes de que sus soldados saltaran para entregar sacrificio, sacrificios para la muerte encapuchada, sacrificios para ese esquelético ser que llegaba tranquilo con un cigarrillo en su boca esperando su preciado regalo. la batalla se tornó cruenta y peleaban los hombres como si fueran leones, fieros soldados armados de alta mar dando estocadas con cuchillos y espadas, peleando sabiendo que no habría un mañana. el capitán del Gauguin se lanzó por el capitán del Gogh, los dos pelearon hasta quedar exaustos, pero no hasta ahí simplemente si no mas allá, llegando a límites poco conocidos, llegando a límites a los que el miedo nos empuja, llegando a límites donde se extienden los ríos de sangre callendo por las mejillas, más allá llegaron, más allá de la luna de los campos de Cordeville o del sol de los rojos viñedos, más allá de la piedad con su hijo entre sus brazos abiertos, llegaron hasta nunca, solo las espadas estaban ahí entablando la fiera batalla, intentaban asesinar al dueño de la enemiga hasta que una le corta el lóbulo al capitán del Gogh dando este un horroroso grito, un grito que se escuchó en tierra, apretando sus sienes con sus manos y callendo al piso en un cuadro de dolor. "has sido vencido", "has sido olvidado", "has sido abandonado", "has sido destruído", en efecto el capitán del Gogh yacía destruído, yacía abandonado, yacía olvidado, yacía vencido, solo le quedaba recordar, recordar a los sembradores de girasoles en el atardecer, recordar a los descargadores en el Arles, recordar la iglesia de Auvers, recordar y recordar, recordar a aquella mujer en el café Tambourin y sobretodo recordar a aquél melocotonero en flor de primavera, rosado como cualquiera, bajo el cual se hizo un autorretrato de un hombre perdido en su mirada. ahora solo quedaba la imagen de los campos con cuervos y de los lirios que allí parecían pintados. "¡no lo soporto más!, ¡no pienso quedarme aquí!, ¡moriré como tengo que morir!, ¡moriré en honor y en mi soledad en la que me habré de ahogar antes de caer a la mar!". el capitán tomó su pistola con una sola carga se disparó en el estómago dando fin a su sufrimiento sin dejar nada más que una carta en su velador. allí terminó con él, tirado en su cama de fundas blancas y tapas rojas, a un lado de dos sillas y un velador con su carta, al lado de su puerta y una ventana, al lado de sus cuadros pintanado una vida empañada por sufrimientos y un agujero de bala.
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