Así fue como pasó, después de largos días de luto, de promesas interrumpidas, de gritos perdidos entre cielo y montañas. Volvió a salir de su morada, de ese sucio cuarto que olía a colillas oxidadas, a humor de tres semanas, a llanto salino, llanto en evaporación; y le pareció que la vida podía continuar sin ella; sin los gestos dulces que iluminaban sin luz; sin la dulzura del brillo de sus ojos; sin el carmesí de sus mejillas perfectas; sin el seductor aroma de sus labios. ¿Por qué? Porque el cielo seguía allí, el tiempo no se había detenido a preguntar por su estado, el clima seguía su estado cambiante, y las flores aun olían a ella.... y así como salió recordó que podía encontrarla en todo y podía encontrarla en nada, porque eso es lo que ella fue, lo que es y lo que será. Todo y nada... Sonrió, sin más, el todo y la nada le recordaron que podía sonreír, que todo había pasado, el dolor había quedado atrás, él ya se encontraba mejor.
Volvió a su cuarto nauseabundo, debía volver a llorar.
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