Cuanto extraño...
Verme inocente y ferviente enamorada, como cuando tenía 16 años, sin miedo a las heridas, a las críticas, sin celos, tomar de la mano a esa persona y perder el piso, volar, respirar nubes y beber lluvia clara...
Extraño correr descalza en el césped del terreno de enfrente, mojado por el rocío matutino, sin conciencia de ensuciar la ropa o el resfrío que amenazaba...
Extraño confiar en las personas recién conocidas, sin importar sexo, edad o apariencia...
Extraño montar a caballo y correrlo a galope pleno por el campo con olor a hierba y vacas...
Extraño a la bisabuela y sus tortillas de comal con frijoles de la olla y salsa verde, que sabían a humo del fogón...
Extraño caminar lento, tonteando con una vara sacudiendo en la mano para que los saltamontes y grillos invadieran mi vereda...
Extraño ir a la pisca y a la sesga en el carretón y su traca traca de rueda, camino y mula...
Extraño el pueblo y los días de infancia vividos allá...
Ya no hay vacas, ni caballos, ni carretas, ni grillos, ni pueblo...
Dust |