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Resulta que Bartolo acabó por acostumbrarse a las burlas de sus compañeros y a pesar de ellas nunca se ha rendido en su meta de ser titular. El gran problema que tiene Bartolo es que en materia de fútbol, su cuerpo no le obedece a su cerebro, como si tuviera dos pies izquierdos. En los entrenamientos sus compañeros de equipo vacilan entre arriesgarse a que les marquen dejándolo en la defensa o arriesgarse a no marcar nunca ubicándolo en la delantera. Paradójicamente Bartolo recibe un gran apoyo de sus padres, sobre todo en lo material, pues Bartolo juega con los guayos de marca que todos quieren. Es el primero en adquirir los uniformes, el primero en pagar la mensualidad de la escuela de fútbol. Bartolo también llega primero a los entrenamientos y a los partidos. Bartolo tiene todo para ser un gran jugador, tiene todo menos talento. Bartolo se ha convertido en un dolor de cabeza para el técnico Cañón. No sabe qué hacer con él pues su comportamiento no da lugar a reproches, sobre su cumplimiento y presentación no tiene queja. El asunto es que Bartolo es muy malo para jugar fútbol, malísimo, torpe, totalmente inútil para el circuito de juego, inútil para su equipo, es lo que en el argot futbolero se llamaría un “pechofrio” ¿Cómo hacerle entender al papá de Bartolo que su hijo es un paquetón? ¡Si el señor paga la mensualidad de la escuela por adelantado! ¡Compra los uniformes de contado y hasta trae botellitas de agua para todo el equipo! Bartolo muestra un gran ánimo para todo lo relacionado con el equipo. Una sonrisa inmensa le acompaña a los partidos y entrenamientos aun sabiendo que casi nunca es convocado, digo “casi” porque en una sola ocasión lo llevó Cañón como suplente a un partido. Aquel día Cañón decidió convocarlo porque Sarmiento tenia paperas y Carabalí estaba castigado por perder Religión. Afortunadamente, para Cañón y para el equipo, no hubo la necesidad de que Bartolo entrara a la cancha. Pero él estuvo sonriente e impaciente en la banca, los noventa minutos, esperando su oportunidad, aplaudiendo a sus compañeros, gritando ¡Márquelo, sígalo, bárrase! Como si supiera de qué hablaba.
El ídolo de Bartolo es Medina, además de ser su mejor amigo Medina es un crack. Ha ganado el título de goleador por tres campeonatos consecutivos, tiene una gambeta endemoniada que aterra a los defensas y su definición es impecable y certera. Vive en la misma calle que Bartolo y ha tratado de enseñarle algo de sus habilidades pero ha sido inútil, le ha aconsejado intentar con otros deportes o con la música pero Bartolo es terco al igual que su papá que lo anima y lo empuja a mejorar y esforzarse para pertenecer a la titular. Ver a Bartolo jugando un partido completo o al menos desde el pitazo inicial es el sueño de su padre y Bartolo haría hasta lo imposible por ver a su papa feliz, aun a costa de ser el objeto de burlas y ofensas ¡Pobre Bartolo! Es incapaz de acabar con las esperanzas de su padre.
El próximo partido es en Santa Marta, contra las inferiores del Unión. Todo está arreglado; el viaje, el horario, la cancha y el árbitro. Las políticas de la escuela dictan que todos los alumnos que estén el rango de edad correspondiente, deben viajar, incluso Bartolo. Para rematar el papá de Bartolo llamó al profe Cañón y le rogo encarecidamente que lo metiera, aunque sea por tres minutos, porque ¡Semejante viaje hasta Santa Marta para ser suplente! no es justo y de repeso le pagó por adelantado los gastos del viaje y le dio una cantidad considerable de dinero por si se presenta algún gasto extra para el equipo. Nada que hacer, a pesar de la lógica Bartolo viajará a Santa Marta y jugará, al menos tres minutos. El tiempo suficiente para causar un daño irreparable a su equipo.
La despedida es casi dramática. Su madre y su hermana lo abrazan deseándole buena suerte. Su papa lo colma de besos y apretujones con los ojos cristalizados por la emoción. Una situación más bien ridícula y exagerada. Cualquiera pensaría que Bartolo parte a jugar la copa del mundo.
Los primeros quince minutos son agresivos por parte del local, luego la presión se aplaca. El equipo de Cañón se defiende brillantemente de la lluvia de centros que levantan los del Unión. En el segundo tiempo la defensa actúa de manera ejemplar, el equipo es ordenado y a pesar de no anotar gol hasta ahora la tenencia del balón es superior a la del rival. El segundo tiempo es similar, aburrido y sin emociones. Solo restan tres minutos para el pitazo final, el marcador se mantiene en cero. Carabalí controla un ataque eficientemente despejándola fuera del campo. ¡Tiro de esquina! Cañón se decide por el cambio. Colma de advertencias a Bartolo mientras él sonríe y mueve sus flacas piernas imitando la calistenia de sus compañeros. ¡Te meto porque tu papá es un buen tipo y en el fondo te tengo un poquito de fe, no la vayas a cagar, por lo que más quieras! Todos miran a Cañón con desconfianza como reprochándole su decisión. El balón dibuja una curva descendente mientras se interna en el área chica, defensores y atacantes luchan a manos, hombros y codos por interceptar el esférico. Y por única vez en su vida Bartolo es el vencedor de la refriega y conecta un potente cabezazo que deja a compañeros y rivales sorprendidos.
El domingo en la tarde el equipo de Cañón está de regreso en la capital. Bartolo llega a su casa completamente feliz, sus ojos brillan y su sonrisa deja ver la alegría que le embarga. Al verlo, su padre, intuye que el resultado fue positivo -¡Hice un gol papá, hice un gol!- Grita Bartolo lanzándose hacia su padre, el padre con sus ojos lacrimosos lo trenza en un abrazo casi eterno -¿Y los costeños hicieron gol?- Pregunta el padre a grito herido -¡No papá, el único gol lo hice yo!- Esta noche todo es felicidad, destapan el vino del veinticuatro, piden lasaña a domicilio, suena “We are the Champions” a todo volumen, todos brindan por el glorioso gol de Bartolo.
En cambio en la casa de Medina todos están apesadumbrados comen envueltos fritos con jugo de tomate de árbol -¡Gonzalo al teléfono!- Grita la mamá. Medina a paso lento llega al aparato -¡Alo, ah quiubo Bartolo! ¿Y ese ruido? ¿El profe Cañón? Pues achantadísimo, dice que no te quiere ver más; ni en la escuela, ni en los entrenamientos, ni en la vida si es posible. Chao, nos vemos mañana en el colegio- Bartolo cuelga el teléfono y vuelve a fingir felicidad, no ha mentido a su padre, es cierto que el equipo rival no marcó, es cierto que él hizo un gol. Pero no quiere arruinarle a su papá el día más feliz de su vida confesando que hizo un autogol.
FIN

Texto agregado el 23-08-2013, y leído por 120 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-08-2013 Bueno, bueno, bueno. Bien escrito. Excelente la combinación de risa y llanto. Te mereces 5. york
23-08-2013 Muy bueno. Tiene humor y es entretenido. Además está escrito para leer. elpinero
 
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