ESOS VENDITOS MANDAMIENTOS
... A vos que sos mi mejor amigo te lo voy a decir como una confesión; Lo que aprendés de chico no se te lo olvida nunca jamás. Y yo sé que mi viejo la erró conmigo en esto de una educación muy estricta, pero por las dudas ya lo perdoné porque hace un rato largo que está allá en el cielo como vigilándome te digo... Ché, si te bajoneo decímelo, la verdad es que te invité a este bar por no pasar mi cumpleaños solo como un perro, sé que tuviste que dejar a tu novia colgada por mí, pero yo al final te sorprendo con esta pálida de mierda. Pasa que justo hoy me desayuné con algo amargo que si no la vomito enseguida voy a quedar hecho una piltrafa humana todo este vendito el día. Por eso te pido que me aguantés un poquito que te la voy hacer corta… Ya te aclaro que esto de la educación estricta me viene porque mi viejo era jodido por demás. Pero como te digo una mala te digo una buena de el; Siempre estuvo solito para criarme. Y así mudo como era, igualmente trató de dejarme bien preparado con todas las leyes de la vida sabidas y consabidas en las manos... Porque la cosa fue textualmente; al no poder convencerme con palabras claras salidas de su boca, se agarró de las viejas escrituras de una Biblia como un manual de instrucciones de cómo educar mejor a su niño, y me las fue metiendo en la sangre sin que yo me diera cuenta. Así fue que con una birome roja cada semana me transcribía en las ultimas hojas de mi cuaderno de la escuela uno de esos diez mandamientos del mismísimo Antiguo Testamento que; según su experiencia me protegería de los pecados que podían arruinarme la vida entera... Recuerdo que llegué a sabérmelos de memoria hasta la mitad por lo menos, porque aunque él se desarmara entre gestos y señas tratando de explicármelas como Dios manda, no eran tan fáciles para esa edad que yo tenía. Algunos los comprendí rápido; “Adorar a un Dios único”, el “Respeto a tu propio padre y madre”, “No tomarás el nombre de Dios en vano”, pero con los demás se nos hacía complicado a los dos. Por eso creo que al final hizo hincapié en “No robarás”, creo que el séptimo. “Éste nos sirve ya”, me dijo. Más a él creo, se salvaría de algunos dolores de cabeza por eso que tenemos los chicos de quedarnos con algo ajeno porque “fue sin querer nomás” Además era uno de los más fáciles de demostrar con unos pocos ademanes que; “Esto es tuyo y esto es mío” y listo. Y me sirvió, fue el que más me tuvo a raya en aquella época de las avivadas de pendejo. Y desde allí hasta acá, nunca me quedé con un vuelto ni de los caramelos, Jamás con nada de nada...
Y sí. Mi papá estuvo muy conforme con el resultado. Aunque cada tanto me recalcaba que todavía me faltaban muchos “aprendimientos” más. Que a medida que yo me estirara en estatura, más fácil me resultaría entenderlos. Porque eran cosas para mayores me habrá querido decir... Pero vos sabés que cuando somos chicos no nos quedamos con la curiosidad ahí nomás, que algo nos empuja ir un poco más allá. Y yo ya sospechaba que en semejante libraco cabría mucho más que esas aburridas frases que ya había aprendido hasta el cansancio. Y también me preguntaba qué tan prohibido sería que ni siquiera me lo dejaba hojear, porqué enseguida lo guardaba en su dormitorio, en ese cofre destartalado, allá arriba sobre el ropero lejos de mi alcance… ... “Este libro es sagrado... No es para manosearlo, o tocarlo con las manos sucias” Algo así le entendí una vez, aunque me llegó como una excusa nomás. Y lo peor que le puede pasar a cualquier hijo de buen vecino es confundir lo sagrado con lo prohibido, porque después te viene que lo prohibido es la mismísima puta tentación. Y yo ya andaba en eso; tenía que enterarme de qué cosas no podía enterarme... Y comencé a merodear el dormitorio buscando la manera de llegar hasta allí arriba, a mi verdad de mentirita que estaba alta todavía...
Pero mi vi viejo era mudo pero no estúpido, al toque me adivinó las intenciones y me escribió en el cuaderno ésto:
“ Sacate de la cabeza lo que pensás hacer. Ese libro se llama “Biblia, y es el padre de todos los libros. Me la dejó tu abuela que era buena creyente y siempre quiso que yo la leyera. Se lo prometí y la cuido como oro... Ella tambien me encargó que te la leyera desde chico, pero ya sabés cuánto me cuesta hacértela entender sin hablar. Por eso conformate con lo que ya aprendiste, que lo demás será para más adelante. Yo todavía la estoy leyendo y aún no la terminé, pero te prometo que cuando cumplas los dieciocho será del todo tuya. Ese será mi mejor regalo para vos” . Y firmó la hoja como en un contrato, como un juramento que me hizo. Pero vos creés que yo me iba a quedar tanto tiempo esperando, no mi amigo, no. El efecto de la sermoneada me duró hasta que me di cuenta que con una silla, más un banquito llegaba bie ahí. Ya lo tenía casi resuelto.
Y un buen día cuando él no estaba en casa, probé. Armé mi torre de babel y subí con dos miedos juntos; el de caerme y romperme el pescuezo, y el de que llegara justo él y me diera una fajada de novela. Pero valía la pena pensé en ese momento, ya tenía los mandamientos a la altura de mi cabeza y con el cagazo igual seguí. Levanté el brazo lentamente para no perder la vertical, tanteé la tapa del cofre y la levanté despacito. Enseguida me estiré bien sobre la punta de los pies en ese banquito que temblaba como yo y llegué a meter la mano hasta doblar el codo. Y por primera vez pude tocar el libro más jodido del mundo…Y como sin darme cuenta lo acaricié antes de verlo. Tenía las tapas duras forradas de una piel gruesa y rugosa, pero las hojas eran finitas como alas de mariposas. No obstante cuando lo quise mover me pesó como una tonelada. Parecía pegado al fondo y el cofre clavado al ropero. Lo agarré mejor de una tapa y cinché para arriba pero no se levantaba... Descansé un ratito, recuperé energía y como sin avisar le dí un fuerte tirón para arriba y se soltó el desgraciado. También sin avisar, y voló hasta el techo. El banquito salió para un costado y por un segundo estuve en el aire, hasta que aterricé de panza sobre la silla que esperaba. La mano derecha me quedó debajo, doblada hacia adentro. La muñeca se me dislocó, y se me cortaron los tendones y todo éso... El asunto fue que me la enyesaron y que después quedó así, ves; Dura, derecha, sin movimientos en los dedos, carajo, nada...
Después de ese accidente no se tocó nunca más el tema de los mandamientos, por años. Allí arriba quedó guardada la Biblia, Y jamás vi que él la bajara para continuarla, le hizo la cruz por mi culpa.
Poco después murió repentinamente. No supe de qué, porque lo sacaron tapado ese día que yo volvía de la escuela. Después vino a mi casa una tía solterona que me crió hasta donde pudo, pero nunca me soltó una sola palabra sobre qué había pasado con él realmente … Y bueno, por fin llegó este día, hoy cumplo los dieciocho. Y apenas me levanté lo primero que hice fue pensar en el regalo de mi padre por parte de mi abuela, que todavía estaba en ese mismo dormitorio como olvidado o esperando este momento...Y si ya te dije que me levanté con la mala fue por esto. Porque para qué volver atrás me pregunto ahora. Para qué la bajé. Para saber justamente que por el octavo mandamiento mi viejo se quedó mudo, y que por el quinto lo mataron. Esto me tiene preocupado, sabés. Hoy completé los famosos diez mandamientos con estos “solo para adultos” que me escondía. Y ahora que me los sé, me quedé acobardado, como en un callejón sin salida… A ver…Creo que si te lo explico de otra manera lo vas a entender mejor. Con ese “No Robarás” yo me quedé con esta mano tan inútil que me convirtió en un zurdo de mierda.¿OK? Pero por otro lado la cosa viene así; precisamente en estos momentos me está gustando una chica muy linda, que me pasa bola pero tiene novio. Entonces ya no quiero pensar lo que me puede volver a ocurrir si ahora no cumplo con ese noveno mandamiento tan jodido para mí…
|