A veces la felicidad me resulta devastadora, invade
cada trocito de mi ser, me hace sentir cómo una locomotora que arrastrase vagones llenos de las vidas que hay en mi propia vida; de vez en cuando necesito soltar uno de ellos.
Esto me produce cierto alivio, de eso se trata, de soltar lastre para remontar el vuelo, cuando esto ocurre puedo sentir la levedad, la pereza, el desapego por todo aquello que me impide continuar, y, es entonces, cuando me visitas tu, querida amiga felicidad, o paz que a fin de cuentas es lo mismo.
Después de estos días compartiendo calor, montaña, agua y risas, muchas risas alternando con lloros infantiles y cabreos adolescentes, la maleta, mi eterna compañera espera a ser vaciada por mis manos. En vano. La locomotora ha decidido tomarse un descanso para disfrutar de tanta alegría que me dais, brujillas lindas a veces, otras autenticas arpías disputando unos cuantos lápices de colores. También vosotras, adolescentes peleonas, que llenáis algunos de los vagones, los mismos que he decido desenganchar por una temporada. Necesito descansar, no sea que me ocurra morir de amor por vosotras.
A todas la mujeres de mi casa, que en total somos diez y, por supuesto, a vosotros hombres con suma paciencia: Solo sois tres. |