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Me llegó el recibo de cuentas. Lo miré a lo lejos. Esperé a que se esfumara. Lo bueno de estar cerca del otro lado es que sabes que nada te llevarás ni tus deudas… Aun así me levanté hasta llegar a la puerta del cuarto. Lo cogí y lo puse sobre mi mesa de comedor… Me senté a su lado, le invité a comer, a conversar… Nada decía. Me reí del juego. Iba abrirlo pero no, no y no… Terminé de almorzar y con el recibo en la mano fui hacia una caja que tenía y que estaba encima de mi ropero. Alcé la mano y lo cogí. Era de color plateado. Siempre supe que la luz podría lo orgánico… Abrí la caja y dejé el recibo junto a varios otros más… La volví a su lugar y olvidé todo… ¡Qué fácil es vivir!
El día me había traído nuevas energías. Había un lindo Sol. Tengo que hacerlo, me dije. Me bañé y vestí con lo menos viejo que tenía. Me puse mis zapatos negros acharolas y mirando el clima, bajé hasta llegar al primero de los pisos… Una que otra vecina me saludaba. Una de ellas me dio un beso en la mejilla. Otra me cogió del brazo y me acompañó hasta la salida del barrio.
Me senté en la silla para esperar el autobús y esperé. El Sol seguía brillando. Miré hacia un lado, luego hacia el otro, y nada, ni un solo alma… ¿Será feriado?, me preguntaba. Llegó el bus y me abrieron la puerta. Subí y apenas daba unos pasos, me cedieron un asiento. Me senté y agradecí a la joven y hermosa mujer… Mientras el bus avanzaba, yo miraba las calles, la gente, el clima, los perros, los postes y casas… ¿Disculpe señor, hasta dónde va?... Hasta el final, respondí… Mirando las calles quedé dormido…
Un sacudón por el hombre despertó mi ser… Llegamos al final señor… ¿Y cuando sale el otro de regreso?... En diez minutos… Bajé del autobús y me encaminé hacia el otro. Subí y no hallé a nadie… Pero, como no tenía nada que hacer, seguí esperando… Quedé dormido cuando un ayudante del autobús de retorno me tocó el hombro. ¿Qué desea?, respondí. Le quiero preguntar, ¿hacia dónde va?... A mi cuarto, por favor… Está en la calle 25 del Alto de Sipán… Me avisa cuando lleguemos por favor… El hombre me dijo que si… Yo cerré los ojos y dormí como siempre… Efectivamente, el hombre me despertó y yo bajé del autobús…
Ya eran pasadas las seis de la tarde. Las calles empezaban a llenarse y yo caminé despacio hasta llegar al barrio… Apenas llegué las mismas viejas me acompañaron del brazo hasta llegar al edificio… Me despedí de ellas y empecé a subir las escaleras… Tres pisos, son tres pisos, sobre todo para un nonagenario… Llegué agotado. Caminé despacio por el pasaje que me llevaba a mi cuarto. Llegué. Abrí la puerta del cuarto. Todo estaba tal cual lo dejé… Miré mis libros, mis ropas tiradas por el piso… Miré mi cama y ella me llamó delicadamente… Gateé hasta ella… La escalé y ya en la cima, agotado, me dispuse a descansar una noche mas… Estaba muy agotado… Había viajado más de la cuenta y mi cuerpo se desvanecía entre las viejas frazadas… Cerré los ojos y así vestido, dormí…

Texto agregado el 19-08-2013, y leído por 191 visitantes. (0 votos)


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