Nefi despertó sobresaltado. Encendió el velador y fue tomando conciencia mientras la respiración se aquietaba. Miró parpadeando sus ojos entornados, reconociendo los detalles del habitáculo. El desorden, la ropa revuelta sobre el banquito, las cosas del mate en el piso asediadas por unos cuantos libros descuajeringados, a la izquierda el ropero arrugado, oscuro y enmascarado con espejos oxidados, las paredes decoradas con jeroglíficos de humedad a los que Nefi le había otorgado un sentido: sobre el cielo raso una especie de estrella con tres puntas irregulares, “todo tiene que ver con todo”, en la pared que estaba frente a la cama se estampaban pequeñas manchas salpicadas con moho exhibiendo el arte de las construcciones deficientes, “circularidad”, y una tercera se revelaba sobre el muro derecho mostrando dos nubes horizontales y simétricas, una de color ámbar y otra grisácea, “déjà vu”.
- “Otra vez”, pensó – y su mirada se detuvo sobre “circularidad” mientras empezaba a recordar la pesadilla. Su garganta estaba apretada como si hubieran querido estrangularla, – “esto es apnea, tengo que dejar el cigarro”, le acusó la conciencia. Revoleó los ojos hacia “todo tiene que ver con todo” (la estrella de tres puntas irregulares) y finalmente sus pupilas se encandilaron un instante con “déjà vu”.
Las ganas de fumar lo volvieron del todo a la realidad, se sentó sobre el borde de la cama ansioso y se incorporó haciendo palanca con sus brazos para ir a buscar los cigarrillos; miró el suelo para evitar atropellarse con las cosas del mate y, al pasar delante del ropero, el reflejo de un movimiento que no era propio lo detuvo; se paró frente al espejo oxidado, un poco inquieto, mientras su sombra se proyectaba como un gigante amenazante sobre las paredes de la habitación; se miró en la denuncia de su imagen y la vacuidad del miedo hizo un hueco en su pecho ante la epifanía oscura de su reflejo; de repente el espejo estalló y un fragmentó apuñaló su garganta, el rojo brillante se extendió sobre el cuerpo como una lengua de fuego ardiente, se apretó el cuello con sus manos poseídas por una fuerza titánica, no podía respirar y se ahogaba; un mareo lo hizo tambalear hacia atrás y al intentar caminar se desplomó sobre una cama de vacío.
Se despertó sobresaltado, la pesadilla se repetía fundiendo los recuerdos inconscientes que se suicidan en las escenas de los sueños; esta vez no encendió el velador, sólo la oscuridad pudo ocultar la sombra. |