No supo qué hacer con la soda abierta desde hace dos días, ya ni tenía gas y el sabor no era nada agradable, parecía jarabe, apenas lo probó y le dio más sed. Se dirigió a la cocina, abrió la heladera y encontró una botella de yogurt natural con fecha de vencimiento caduca, un envase vacío de helado de menta con chips de chocolate y una lata de atún abierta que apestaba. Suspiró y cerró la nevera. Ya llevaba días sin salir, la misma sudadera y una dejadez que la auto-espantaba. Sin mucho ánimo, atravesó la pared de su habitación y se integró a su cuerpo que se encontraba tendido en el suelo. Algo consciente aún, distinguió latas de redbull, un pequeño cuchillo bañado en gotas de sangre y un montón de pildoritas mágicas salpicadas a su alrededor. Epílogo . ¿Quién lo diría?. Sonrió al percibir dónde y en qué situación se hallaba. Lo logró, venció el miedo, había llegado la hora de partir y dejar una vida casi perfecta, perfectamente vacía. Cerró los ojos y en voz alta empezó a contar: tres… dos… uno (desvaneció en un santiamén y despertó en total oscuridad). Su funeral.





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