Amordazado con total furia, se soltaron las cadenas. Las miradas preñaron al culpable, la ira se libero, el dolor saciaría su existencia. Era el momento anhelado, Nadie cerraría sus ventanas del alma ni un solo segundo. Cada gemido, cada chispa de tortura, se saborearía, sin ningún vestigio de clemencia.
Rodolfo alcántara, criollo, santafereño granadino, padre de la niña, era quien más gritaba ese 20 de julio de 1819, su corazón retumbaba como tambor, la adrenalina danzaba en su cerebro, movía sus manos al danzar de la jauría.
Era el claudicar de un ser oscurecido, sediento de las estrechas carnes de las más inocentes, libres de todo deseo o conocimiento carnal, sus alumnas. Vinicio Tadeo, oligarca, primo segundo del prócer colombiano. Dejaría su vida en la cuerda negra, al compás culebrero de sus piernas, que vivientes en el vacío provocado al retirarse la puertilla de madera. Alegraría mañosamente la tarde cachaca, del jueves de mercado.
El verdugo llego a escena, lo mismo que el joven cura español, adorado y odiado por el pueblo. Seguido el regordete virrey español y su esposa, o mejor su concubina. Pues su esposa había muerto cinco lunas nuevas atrás en Zaragoza.
El virrey hablo: -- Tadeo, americano, deshonraste las enseñanzas, que nuestro amado rey, Fernando séptimo nos regala--.
El cura le dio los olios, la concubina, quien también había probado el pecado, con Tadeo, lloraba en silencio.
Todos bajaron menos el verdugo, dispuesto a retoñar la muerte en el condenado, si esto llegase a ser imperativo. Aquel hombre flaco, y alto, quien escondía su rostro con un trapo café en forma de cono. Respiro profundo apuntillando sus nervios a su alma. Después dejo caer la madera que entregaba vestigios de existencia al condenado.
La plebe brinco de gran dicha, un oligarca fallecia, eso no ocurría muy a menudo, parecían estar en una fiesta regional.
Tadeo buscaba como escaparse de su "suerte" pero ya era tarde, la danza de la culebra ya bordeaba sus rodillas, en un éxtasis total.
Después llego la muerte. En silencio pero con su maligna presencia imponente. Y así lo sintieron todos.
Al transformar la vida en cadáver, llovió la culpa. La razón encontró aliados, la feria termino y todos se marcharon con un sabor putrefacto en su lengua. Solo la madre, la esposa siguieron hay. Su padre, un gran terrateniente ni si quiera presencio, la mutilación del cuello de su hijo.
Los meses pasaron de Tadeo no se volvió a hablar. Hasta hoy que escribo estas línea.
Tadeo era " inocente", Rodolfo alcántara había sido, fabricante de un incesto, muy bien planeado. Con la ayuda del virrey, sediento de venganza, al saber que su joven esposa de veinte años, saciaba sus piernas en un hombre más joven que él, llamado Tadeo. |