La mujer del tren ( 8
( Sugonal )
Aquel lunes 21 de Septiembre trabajé con mis pensamientos puestos en María Ignacia y la forma en que la conocí hasta llegar a esta situación. Los recuerdos me hacían temblar por dentro. Sentía un gran deseo de verla otra vez.
Al salir del Hotel le dije al recepcionista que esperaba el llamado de una dama, y que si no me encontraba le diera el número de mi celular. A las seis de la tarde estaba de regreso, ansioso por saber si me había llamado, o si había dejado un número donde llamarla, o algún mensaje. Nada.
Llegó la noche y salí al centro con la intención de comer algo. Me fuí a dar un paseo por la Plaza de Armas y calles céntricas con la esperanza de encontrarla. Volví al Hotel con un sentimiento de frustración que me molestaba. No pude dormir bien esa noche y despertaba a menudo. Veía su figura, su cara y la sentía a mi lado. Resolví tener paciencia y esperar la llamada para el día siguiente.
Pero nada sucedió y tampoco pasó nada en los días que quedaban de Septiembre. El primer día de Octubre me puse en campaña. Mi frustración iba en aumento y no podía sacarla de mi cabeza. Tenía que encontrarla, no podía dejar de pensar en ello.
¿ Habría viajado a Santiago? O a otro lugar, quizá Talca o Chillán? No me lo explicaba de otra forma. No sabía donde trabajaba, solo recordaba vagamente la forma de llegar a los edificios de departamentos donde la había ido a dejar el día de nuestra llegada a Curicó.
Terminada mi jornada de trabajo tomé el vehículo y comencé la búsqueda. Al fin hallé los edificios y me puse a caminar por las calles interiores del conjunto habitacional. La había visto entrar- recordé - en un pasaje que tenía una señal que podría ayudarme : un añoso árbol frente a la entrada. Recorrí departamento por departamento con la esperanza que me abriera ella, o preguntando en qué departamento viviría. Daba su nombre, pero nadie parecía ubicarla. La describía físicamente, incluso mencionaba el detalle de las cicatrices en su rostro. Todo en vano.
Volví día tras día a los edificios, revisando calle por calle, departamento por departamento sin poder ubicarla y sin que nadie pudiese darme un dato concreto sobre ella. Alguien me dijo que era una persona que venía ocasionalmente de visita a los departamentos, pero que vivía en Chillán. Otros me aseguraban que trabajaba en esos edificios como asesora del hogar y así, otras respuestas vagas y sin sentido. Pasaron dos semanas y mi búsqueda se tornaba inútil.
Incluso comencé a ir a la estación de ferrocarriles y a los terminales de buses con la secreta esperanza de encontrarla. Noche tras noche daba largos paseos por las calles de Curicó, visitaba tiendas y supermercados. Se había convertido en una obsesión.
Los trabajos de la Empresa llegaban a su fin y en dos semanas más debíamos entregar las obras ejecutadas a la ciudad. La preparación del informe final consumía mi tiempo y me dediqué a estudiar los detalles que me ayudarían a completarlo. En los momentos de descanso, y en particular por las noches, el recuerdo de María Ignacia y mi frustración al no poder encontrarla me asediaban. Pero la mañana siguiente era como una bendición, pues me olvidaba de todo concentrándome en mi labor. Conseguí datos climáticos en el aeródromo de la ciudad, y también una detallada descripción de las características geológicas del terreno donde se habían instalados los equipos.
Todo esto me distraía de la preocupación constante de buscar a María Ignacia, aunque estaba lejos de olvidarla y mi corazón clamaba por encontrarla antes de regresar a Santiago.
Entre los datos que necesitaba estaban las entrevistas de prensa, conferencias, reuniones con autoridades, informes de avance de las obras presentados resumidamente al público a través de noticias cubiertas por los periódicos locales. Era parte de las relaciones públicas que la Empresa nos exigía en cada campaña fuera de Santiago, datos que eran necesarios mandar a la oficina central antes de entregar el informe final a las autoridades.(Continuará)
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