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“Mi nombre es Medy, no Mery ni Mary. A mí no me inventes nombres, no por gusto mi madre se tomó la molestia de elegirme uno. Si quieres decirme algo, puedes ir guardándote los rodeos, conmigo las cosas como son, al grano. En una celebración no me vengas a invitar “chelita” ni lo que tomas con tus amigos, invítame un vaso de whisky, eso sí, whisky puro, nada de ponerle huachaferías como hielito o gaseosa. Cuando sean las 11 de la noche y me veas “cabeceando” frente al televisor, no te equivoques, estoy viendo el noticiero, así que ni te atrevas a mandarme a dormir. Échame una mano a buscar mi bastón y mis llaves porque como tú sabes, soy un poquito distraída. Mis siestas no duran 3 horas como dices, duermo media hora mientras que el resto de tiempo, escucho atentamente la radio con los ojos cerrados…”.

Medy Rosa Ruiz Solís nació un 26 de junio de 1922 en la calurosa y célebre ciudad de Ferreñafe, Departamento de Lambayeque. Hija de Don José Andrés Ruiz Guzmán y Doña Victoria Solís Albújar, fue la menor de dos hermanos, José le llevaba la delantera por algunos años. Medy estudió la primaria y secundaria en un colegio de monjas, lugar donde además de formar el hábito de la responsabilidad, le brindó la posibilidad de aprender el idioma francés. Al terminar la secundaria, se mudó a la ciudad de Chiclayo, donde trabajó en el Restaurante Sala Bolívar (hoy “Restaurante Fiesta”). Luego de un breve periodo entre platos y ceviche picante, Medy consiguió trabajo como secretaria en el Hospital Obrero, fue en este lugar donde gracias a su eficiencia, responsabilidad y genial sentido del humor llegó a ser Jefa del área de Admisión.

Medy era muy amiguera, su pequeña estatura (1.50 m) no impedía sacar a relucir su gigantesco sentido del humor. Era el alma de la fiesta, y es que para los afortunados que lograron compartir una buena jarana de aquellas, no había chispa que se le pareciera.

“Las monjas del colegio eran muy rectas y a veces nos hacían la vida imposible pero creo que todo fue para bien, para formar nuestro carácter y enseñarnos a hacer las cosas como se debe. Déjame ver, en el hospital trabajé durante 43 años y 10 meses. No había persona que no me conociera, es más… ¿Te acuerdas del señor con el que nos encontramos la vez pasada? Yo lo ví muchachito cuando recién entraba al hospital, su padre fue un gran amigo mío. Fueron buenas épocas, no como ahora que todo ha cambiado tanto…”

El amor tocó a su puerta y llegó para no irse jamás. Medy conoció a Juan Francisco Guzmán Torres, Pancho para los amigos, y según cuentan por ahí, fue amor a primera vista. Panchito conducía la ambulancia en el hospital donde Medy trabajaba y fue allí, entre pasillos y puertas con la imagen de una enfermera que indicaba silencio, que juntos lograron formar una sólida relación, a pesar de los 18 años de diferencia que había entre ambos. Tuvieron dos hijos, Jorge y Francisco y empezaron como se debe empezar, desde cero, trabajando muy duro para llegar a conseguir la tan ansiada estabilidad. Compraron la casa en la Av. La Florida y “el pájaro azul” (Nissan Blue Bird) como medio de transporte.

“…Pancho era un tipazo, un caballero en todo el sentido de la palabra, lo recuerdas¿No? Bailaba muy bien los valses y amaba escuchar los tangos de Gardel. Tenía la apariencia de ser un hombre muy serio, pero cuando lo conocías, te dabas cuenta que era todo lo contrario. Nunca me voy a olvidar cuando un año nuevo, tomamos dos botellas de whisky entre los dos y tuve que llevarlo cargado a la cama, el pobre no podía mas, eso le pasa por meterse conmigo (risas).”

Los días de Medy, transcurrían entre la crianza de sus hijos, el trabajo y el amor por Pancho. Fueron años maravillosos y llenos de luz, incluso en invierno. Con el transcurrir de los años, sus hijos crecieron y cada uno tomó su camino. Fue el menor de ellos, Jorge, quien presentó al flamante nuevo integrante de la familia, su primogénito Jorge Andrés.

“…yo siempre digo que tú eres de última hora Andresito. El día que naciste, habíamos terminado una reunión en casa, tu mami se fue a dormir y en la madrugada le empezaron los dolores, todos como locos corriendo de un lado a otro para llevarla corriendo al hospital. Fue a las 7:50 am que salió la enfermera y te cargó para que te viéramos por la ventana. Tu abuelo, tu papi y todos los que amanecimos en el hospital estábamos más que felices. Tu tata te adoraba, todos los domingos te llevaba a pasear en el carro y se sentaba junto a tu cuna para verte dormir…”

Panchito tuvo que dejar a Medy un 11 de enero de 1994. Ella le entregó la mitad de su corazón para que lo acompañe durante el viaje, la otra mitad se la entregará cuando vuelvan a estar juntos. A pesar de ello, la “china”, como él la llamaba tan dulcemente, sigue entregando amor por doquier. Tiene el caminar más pausado y utiliza el bastón que un día sirvió de soporte para su gran amor, su único y verdadero amor.

“…Estuvimos casados por más de 50 años. Fueron años muy hermosos, con días buenos y malos, pero hermosos. Siempre converso con él y lo único que le pido es que me dé las fuerzas necesarias para seguir y verte como él hubiera querido. La próxima vez que vengas me acompañas a verlo para llevarle unas flores, acuérdate que le gustaban los claveles.”

Medy continúa despertándose a las 4 de la mañana y escuchando RPP para estar siempre bien informada. Prepara el desayuno y se alista para asistir a sus reuniones de la Asociación de Ex Empleados del Hospital. Después de almuerzo, no hay nada que le pueda impedir tomarse la tan ansiada siesta a ritmo de Los Panchos o Nat King Cole, para luego esperar a su nieto bien descansada y conversar hasta altas horas de la noche sobre la vida de hace años y la de ahora, la cual según la china, ha cambiado enormemente.

Duerme deseándole las buenas noches a Panchito, esperando soñar con las tardes de domingo y escuchar las voces de aquellos que la amaron y la aman hasta hoy.

“… Tú qué sabes de la vida muchacho loco, aún te falta mucho camino por recorrer. Tienes que saber elegir a tus amigos y hacer las cosas con juicio. Antes que te vayas, no te olvides de ponerme el disco de los Panchos y apagar la luz. Eso sí, antes déjame darte la bendición para que todo te vaya bien, tu sólo abraza fuerte, muy fuerte a esta vieja que tanto te quiere”


… te abrazaré siempre vieja linda, tú sólo alista la música y dime sobre qué hablamos hoy.

Texto agregado el 16-08-2013, y leído por 87 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-08-2013 Medy...bonita! filiberto
 
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