Resérvate el derecho de guardar silencio cuando las llamas broten de tu cándida piel y besen con pasión los pérfidos órganos que se te comienzan a desprender...

Cuando el último atisbo de brillo y cordura que anidaba en el oscuro pozo de tus cuencas vacías supliquen eterna misericordia...

Acuérdate de este retoño, acuérdate mí...

Cuando roja de rabia comiences a despellejar, paulatina, y una a una, las etílicas facciones de tu precioso rostro, marchitándote a cada segundo como la hojarrasca mustia de un sempiterno otoño entre las acérrimas caricias de mis manos...

Acuérdate de mí... y no te olvides.

Cuando exprima la ponzoña de ese nauseabundo corazón contra las afiladas y abruptas lijas de mi pecho, y sonrías, enfebrecida, inmersa tu esencia en ese espumoso baño de sangre y bilis, rodeada de elécricas anguilas lacerando las finas hebras de tu garganta...

Sonríe para la foto, y resérvate ese derecho ,querida, que yo me reservé tu lengua, bífida, viscosa, que cual vorágine incontrolable baña las orillas fluviales de mi horto.